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Mi hermano me puede curar.
Tres madres empiezan el proceso para engendrar un embrión que al nacer sanará la vida de su hermano de acuerdo con la nueva ley de Reproducción Asistida.
María Benito
02/02/07
En los laboratorios del Instituto Valenciano de Infertilidad (IVI) todo está a punto para que tres madres autorizadas por la Comisión inicien estos días el tratamiento de estimulación ovárica con el que, previo diagnóstico preimplantacional, podrán engendrar un embrión que al nacer donará las células sanguíneas de su cordón umbilical o, en caso de que éstas fallen, su médula ósea.
Inicialmente desembolsarán unos 9.000 euros, a los que habrá que ir sumando 7.000 más por cada uno de los ciclos a los que tenga que someterse posteriormente, según el doctor Julio Martín, director del Laboratorio de Enfermedades Monogénicas del IVI.
Desde octubre, este centro ha recibido ya casi 50 solicitudes.
Veinticuatro ya fueron remitidas a la Comisión Nacional, aunque sólo se aprobaron tres. La causa mayoritaria de rechazo fue la falta de documentación requerida.
Sólo ocho cumplían este requisito. De esos ocho, una paciente murió antes de que el informe llegara a sus manos y otro recibió trasplante de un donante no emparentado compatible.
En otros dos casos, el comité de sabios desaconsejó este proceso por el estado de gravedad de los pacientes y se estudió la opción de donantes no emparentados, aun sin reunir las condiciones completas de compatibilidad.
El último caso se descartó porque faltó el requisito de la búsqueda previa al diagnóstico preimplantacional de un donante no emparentado compatible.
Los estudios preliminares han confirmado que las tres madres, de 29, 34 y 44 años de edad, presentan niveles hormonales basales normales, por lo que es probable que a finales de año asistamos a los primeros nacimientos.
“La probabilidad de éxito mengua aún más si el recién nacido es prematuro, circunstancia muy habitual en la reproducción asistida”, advierte el doctor Julio Martín.
Estimulación ovárica
Los primeros diez o quince días serán de estimulación ovárica. En su tercer día de desarrollo, al embrión se le extraen una o dos células y se comprueba que es sano y genéticamente compatible, una circunstancia que suele darse en tres de cada 16 embriones. O sea, la probabilidad no alcanza al 20%.
El análisis genético de cada embrión servirá para descartar aquéllos que padezcan la enfermedad o porten anomalías genéticas y también los que no sean compatibles con el hermano. Si por fin se consigue, el quinto día de vida se transfiere al útero materno. Aún habrá que esperar ocho o nueve días para comprobar si el embarazo sigue su curso.
El equipo médico hará un exhaustivo seguimiento de la gestación. Unos días después del nacimiento, el recién nacido donará las células de su cordón umbilical. Pero si la operación fracasa, se intentará posteriormente con la médula ósea. En uno u otro caso, las células hematopoyéticas regenerarán el sistema hematológico del hermano enfermo.
Al menos en su fase inicial, las enfermedades hematológicas son consideradas como las más idóneas para ser tratadas con esta técnica. Quince embriones por cicloLos médicos calculan que se necesitarán por término medio entre 10 y 15 embriones por ciclo para que el embrión no padezca la enfermedad monogénica recesiva (como la anemia de Fanconi) y sea HLA compatible con su hermano enfermo.
Esto iría contra la legislación si no fuera porque la nueva normativa ha eliminado el número máximo que de tres ovocitos fecundados que establecía la Ley 45/2003.
La posibilidad de overbooking no es más que una quimera, similar a la de clonación humana. “Gracias a la ley, no sobra ningún embrión. Éstos tendrán siempre un fin claro que es positivo.
La pareja podrá utilizarlos ante un nuevo deseo de embarazo u optar por la donación, bien a otras parejas con fines reproductivos o a la investigación. Esto permitirá desarrollar líneas de estudio tanto para mejora de las técnicas de reproducción asistida como en el ámbito de las células madre”, apunta el doctor Buenaventura Coroleu, presidente de la Sociedad Española de Fertilidad y jefe del Servicio de Medicina de la Reproducción en el Instituto Universitario Dexeus, de Barcelona.
En España, el asunto ha dividido a la propia comunidad científica. Unos exponen reparos morales y otros advierten del peligro de las posibilidades científicas que, según en manos de quién caigan, pueden quedar fuera de todo criterio ético, jurídico y de sentido común.
La selección genética de embriones para salvar a un hermano enfermo es tan compleja como costosa. Y el riesgo de que fracase existe.
Está claro. Sin embargo, como advierte Coroleu, “es una alternativa magnífica”.
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