domingo, 29 de abril de 2007

¿ Acudir a un Psicologo: Por que no ?

El psicólogo: un especialista que puede ayudarnos.
¿ Por qué, cuándo y para qué ? acudir al psicólogo.

Para la mayoría de nosotros, apenas entraña dificultad saber cuándo debemos acudir al médico. Sin embargo, seguimos mostrando dudas y reticencias a la hora de dirigirnos a los psicólogo, sobre los que aún parece pesar el apelativo de loqueros.

Es por ello que todavía muchos asocian el acudir a un psicólogo con reconocer que se padecen graves desórdenes mentales que no son capaces de controlar y resolver. Otro freno para ir tranquilamente a la consulta del psicólogo es el reparo a comunicar a un desconocido nuestros problemas más íntimos.

Mostrarnos tal cual somos, hablar de esas frustraciones, obsesiones, complejos, inseguridades o debilidades que tantos años llevamos ocultando o disimulando, poner en entredicho nuestra fortaleza mental, nuestra sensatez o lucidez, quedando casi a merced de alguien, exponernos al juicio de un especialista -para quien seremos sólo un caso más- se convierte en un duro trance que puede producirnos miedo cuando no terror.

Y así, por unas u otras causas, y a pesar de que algo en nuestro interior nos revela que necesitamos ayuda especializada y que contar nuestras penas a familiares o amigos no es suficiente, nos demoramos demasiado en solicitar una cita con el psicólogo y lo hacemos cuando ya no podemos más y los síntomas de sufrimiento, de inestabilidad psicológica, han devenido en pesadilla.

Este retraso, que puede suponer varios años e incluso décadas, puede agravar un problema que atendido a tiempo quizá se hubiera resuelto sin mayor dificultad.

Un especialista que puede ayudarnos
El psicólogo es un profesional especializado, un científico del comportamiento humano. Su trabajo lo desarrolla, cada día, con personas que se encuentran en un momento difícil de su vida o que se enfrentan a un problema que requiere el análisis y la asesoría -y a veces, la compañía, complicidad y apoyo- de un especialista.

El psicólogo cuenta con herramientas metodológicas y con técnicas para realizar una evaluación, establecer un diagnostico y proponer un tratamiento para abordar los problemas de sus clientes y para ayudarles a entender los motivos de su malestar.
Pero estos especialistas de la mente humana no sólo resultan útiles en situaciones críticas; bien al contrario, proporcionan recursos y estrategias para prevenir posibles problemas, y que nos ayudarán a sentirnos más estables y fuertes en el día a día.

Un matiz: en la consulta no es imprescindible abrir nuestra intimidad desde el primer momento; el cuándo y el qué contar al especialista es una opción personal.
El ritmo del proceso de esa implicación y sinceridad que se requiere para que el psicólogo conozca las características y alcance de nuestro conflicto interno puede establecerlo el propio cliente, que actuará movido por su necesidad o por la decisión personal de contar al especialista lo que le ocurre.

Esta comunicación fértil se produce normalmente en ese deseable clima de confianza y seguridad que surge cuando percibimos que el especialista nos garantiza confidencialidad y comprensión. Y cuando sabemos que no va a emitir, sobre nosotros, juicios que puedan herir nuestra sensibilidad.
Las primeras impresiones, como la de haber sido escuchados y respetados y de sentirnos bien atendidos técnicamente, así como la de "conectar" con su forma de ser y con sus métodos y terapias, determinan en buena medida si el paciente optará por ese especialista e, incluso, el éxito del trabajo terapéutico a emprender.

El tiempo no arregla nada.
Debemos acudir al psicólogo cuando detectamos que uno o varios problemas bloquean nuestra vida inundándola de sensaciones desagradables, impidiéndonos gozar de sus aspectos positivos o placenteros.

Por aquello de creernos autosuficientes, pensamos que seremos capaces de "salir de ésta", y que lo que necesitamos es, simplemente, serenarnos y darle tiempo al tiempo. Pero estamos equivocados: el tiempo no arregla nada.
Cosa bien diferente es que necesitemos que discurran semanas o meses para ejecutar los comportamientos que nos ayuden a resolver los problemas.
Pedir es tan necesario como dar: forman el anverso y reverso de la misma moneda, que es la vida.

No confundamos la autonomía a la hora de gestionar nuestras vidas con la negativa a solicitar la ayuda de otras personas para conducir esas acciones a buen puerto.
El psicólogo no es un brujo que cura los males de nuestra psique, sino simplemente un experto en salud mental que actúa como asesor y acompañante y que intentará ayudarnos a que consigamos (siempre por nosotros mismos y desde nosotros mismos) las deseadas seguridad y estabilidad, propiciando un mejor discernimiento en la búsqueda de soluciones y potenciando nuestra autoestima.

Debemos acudir al psicólogo cuando...
· Sintamos que la tristeza, la apatía y la falta de ilusión empiezan a agobiarnos y a emitirnos el siempre equivocado mensaje de que nuestras vidas carecen de sentido.

· El negro o el gris tiñen frecuentemente nuestros pensamientos y nos vemos incapaces de encontrar algo positivo en nuestras vivencias cotidianas.

· Todo a nuestro alrededor lo percibimos amenazante y nos sentimos solos, incomprendidos o desatendidos.

· Pensamos que la desgracia se ha cebado en nosotros y comenzamos a asumir que todo nos sale mal y que las cosas no van a cambiar.

· Estamos atenazados por miedos que nos impiden salir a la calle, relacionarnos con otras personas, permanecer en un sitio cerrado, hablar en público, viajar, etc.. Es decir, cuando el temor o la inseguridad nos impiden desarrollar nuestras habilidades y disfrutar de personas, animales y cosas que nos rodean.

· La obsesión por padecer graves enfermedades o contagiarnos de ellas nos lleva a conductas extrañas y repetitivas, de las que no podemos prescindir sin que su ausencia nos genere ansiedad.

· Nos sentimos "con los nervios rotos" y casi cualquier situación hace que perdamos el control y sólo sepamos responder con agresividad o con un llanto inconsolable.

· Nos damos cuenta de que fumar, beber o consumir cualquier otra droga, apostar..., se ha convertido en una adicción de la que no sabemos salir y que genera perjuicios importantes en nuestra vida o en la que de quienes nos rodean.

· El estrés empieza a mostrarse a través de sus síntomas psicosomáticos: insomnio, problemas digestivos, cardiovasculares, sexuales......

· La ansiedad es una constante diaria, que impide la estabilidad y serenidad necesarias para mantener un pensamiento positivo, una conducta tranquila y el goce de los pequeños placeres cotidianos.

· Los silencios, los desplantes o los gritos sustituyen al diálogo, y los problemas de comunicación enturbian nuestra relación con los demás.

· Las dificultades sexuales afloran y vivimos la angustia que causan la impotencia, la falta de deseo o de sensaciones eróticas y, sobre todo, la imposibilidad de gozo y comunicación con la persona destinataria de nuestro amor.

La RISA mejora la SALUD: ¿ A que esperas ?

La risa.
La ciencia lo avala: reírse mejora la salud
Las carcajadas provocan efectos positivos, tanto físicos como psicológicos, y son un hábito saludable que conviene poner en práctica cada día.

Umberto Eco urdió toda una trama policíaca entre los muros de una abadía en la Alta Edad Media para exponer el poder de la risa. En ‘El nombre de la rosa’ se suceden incluso crímenes para ocultar al pueblo la defensa que supuestamente hiciera Aristóteles sobre la bondad de las carcajadas.
Esto es, por supuesto, ficción, pero no está exenta de realidad, ya que hubo tiempos y lugares -aún los hay- en los que lo sensato y maduro era permanecer serio, taciturno, incluso hosco.

La risa y un buen humor frecuente se asociaban a la frivolidad y la inmadurez. Afortunadamente, las investigaciones, como aquella que imaginara el escritor y semiólogo italiano, han avalado algo que la sabiduría popular intuía y hoy la ciencia demuestra: reír es saludable.

La risa está localizada en la zona prefrontal de la corteza cerebral, la parte más evolucionada del cerebro. En esta zona, según los expertos, reside la creatividad, la capacidad para pensar en el futuro y la moral. Sin embargo, conforme cumplimos años y se nos supone más sabios, perdemos la espontaneidad de dejarnos llevar por la risa, de buscar la carcajada o de encontrar la parte cómica a las situaciones. Por eso, hay veces que conviene aprender a reír, o a recordar cómo se reía.

La risa como terapia.
Sigmund Freud atribuyó a las carcajadas el poder de liberar al organismo de energía negativa. Esta capacidad fue científicamente demostrada cuando se descubrió que el córtex cerebral libera impulsos eléctricos negativos un segundo después de comenzar a reír. En lógica relación con esta evidencia, en los últimos lustros se ha afianzado la risa como terapia.

Cuando reímos, el cerebro emite una información necesaria para activar la segregación de endorfinas, específicamente las encefalinas. Estas sustancias, que poseen unas propiedades similares a las de la morfina, tienen la capacidad de aliviar el dolor, e incluso de enviar mensajes desde el cerebro hasta los linfocitos y otras células para combatir los virus y las bacterias.

Las endorfinas desempeñan también otras funciones entre las que destaca su papel esencial en el equilibrio entre el tono vital y la depresión. De ellas depende algo tan sencillo como estar bien o estar mal. Como se puede comprobar, aprender a reír es algo más importante de lo que parece a simple vista.

Una de las líneas de trabajo en algunos centros de psicoterapia es la risoterapia, que consiste en estimular la producción de distintas hormonas que genera el propio organismo con ejercicios y juegos grupales. Su cometido es el de potenciar el sistema inmunitario en general y facilitar la superación de diferentes bloqueos. Se utilizan técnicas que ayudan a liberar las tensiones del cuerpo y así poder llegar a la carcajada, como la expresión corporal, el juego, la danza y ejercicios de respiración o masajes.

Se trata de lograr reír de una manera natural y sana, de que las carcajadas salgan de lo visceral e irracional, como en los niños. En el fondo, a lo que se aprende es a orientar la percepción de las situaciones para que al verse en ella nos riamos, con nosotros mismos y con los demás.

Efectos físicos de la risa
Ejercicio: con cada carcajada se ponen en marcha cerca de 400 músculos, incluidos algunos del estómago que sólo se pueden ejercitar con la risa.
Limpieza: se lubrican y limpian los ojos con lágrimas. La carcajada hace vibrar la cabeza y se despeja la nariz y el oído. Además, elimina las toxinas, porque con el movimiento el diafragma produce un masaje interno que facilita la digestión y ayuda a reducir los ácidos grasos y las sustancias tóxicas.
Oxigenación: entra el doble de aire en los pulmones, dejando que la piel se oxigene más.
Analgésico: durante el acto de reír se liberan endorfinas, los sedantes naturales del cerebro, similares a la morfina. Por eso, cinco o seis minutos de risa continua actúan como un analgésico.
De ahí que se utilice para terapias de convalecencia que requieren una movilización rápida del sistema inmunológico.

Rejuvenecedora: rejuvenece al estirar y estimular los músculos de la cara. Tiene, además, un efecto tonificante y antiarrugas.
Previene el infarto: el masaje interno que producen los espasmos del diafragma alcanza también a los pulmones y al corazón, fortaleciéndolos.
Facilita el sueño: las carcajadas generan una sana fatiga que elimina el insomnio.

Efectos psicológicos de la risa
Elimina el estrés: se producen ciertas hormonas (endorfinas y adrenalina) que elevan el tono vital y nos hacen sentir más despiertos.
Alivia la depresión: nos hace ser más receptivos y ver el lado positivo de las cosas.
Proceso de regresión: puede generar un retroceso a un nivel anterior de funcionamiento mental o emocional, generalmente como un mecanismo para aliviar una realidad que se percibe como dolorosa o negativa.
Exteriorización: a través de la risa las personas exteriorizan emociones y sentimientos. A veces es percibida como una energía que urge por ser liberada, sobre todo cuando necesitamos reír y la situación social no lo permite.

También debemos hacer hincapié en los factores sociales de la risa, como su carácter contagioso, la salvación de situaciones socialmente incómodas y el poder comunicativo del humor. Éstos revisten una importancia terapéutica especial ante disfunciones de tipo social.

Pautas para poder reír
En algunos casos contados habrá que acudir a centros en los que se practique la risa y el buen humor como método terapéutico, pero lo habitual será autoadministrarse la risa buscando ocasiones para ello.

Lo primero es trabajar la actitud ante la vida: con una sonrisa.
Esforzarse en ver siempre la “botella medio llena y no medio vacía”.
Intentar encontrar cada vez nuevas posibilidades y no amargarse con los problemas.
Evitar esa actitud de “tener un problema para cada solución”.

Leer libros de humor.
Ver películas y obras de teatro cómicas.
Intentar reírse de uno mismo en la intimidad. Hacerlo en sociedad es ya para niveles avanzados.
Frecuentar programas de TV que fomentan la risa, sobre todo cuando es un buen humor que no se hace a costa de nadie. El buen humor no tiene por qué ser cáustico o destructivo, aunque como muchos manjares pueda picar un poco.
Reírse es una función biológica necesaria para mantener el bienestar físico y mental. Es una forma excelente para lograr la relajación, abrir nuestra capacidad de sentir y de amar.

Estudio Cubano: Sobre la Obsesión-Imagen Personal-Suicidio

En Internet; American Journal of Psychiatry: http:/ajp.psychiatryonline.org/
Personas con deformidad corporal propensas al suicidio .

Las personas con “trastorno dismórfico corporal” son 45 veces más propensas a suicidarse que la población general, según demostró un nuevo estudio.
El hallazgo destaca la importancia de reconocer y tratar ese desorden psiquiátrico “a menudo silencioso”, dijo a Reuters Health la doctora Katherine A. Phillips, coautora del estudio.

Las personas con trastorno dismórfico corporal (TDC) perciben una imagen distorsionada de su cuerpo y están obsesionadas con la apariencia, explicó Phillips, del Hospital Butler y la Escuela de Medicina Brown en Providence, Rhode Island.
El trastorno suele provocar autodesprecio y aislamiento social, agregó la investigadora. Es frecuente que las personas con TDC no hablen con nadie sobre su situación, ni siquiera con la pareja o los amigos íntimos.

“Trabajé con esos pacientes durante 15 años”, comentó Phillips, quien agregó: “Según mi experiencia clínica, piensan a menudo en suicidarse. Son un grupo de personas extrañamente angustiadas”. Phillips y su colega William Menard realizaron la primera investigación de seguimiento de un grupo de pacientes con TDC y publicaron los resultados en American Journal of Psychiatry.

Cada año del estudio, el 58% de los 185 participantes dijo haber pensado quitarse la vida y el 2,6% intentó suicidarse. Dos participantes se suicidaron, lo que aumenta 45 veces la tasa de suicidios en esos pacientes con respecto a la de la población general.

Estudios previos señalaron que hasta un 2,4% de las personas sufren TDC, indicó Phillips. Mientras que la mayoría nos preocupamos por la apariencia, las personas con TDC se obsesionan con esas preocupaciones hasta el límite de la discapacidad, añadió la investigadora. “Es fácil trivializar sobre el TDC. Es fácil confundirlo con vanidad”, dijo la especialista.

La mayoría de las personas con TDC pueden recibir ayuda con un tratamiento con antidepresivos conocidos como inhibidores de la recaptación selectiva de serotonina, como prozac y zoloft, o con terapia cognitiva conductual, indicó Phillips. “La buena noticia es que hay dos formas de tratamiento que parecen ser útiles para la mayoría de las personas con ese desorden”, consideró la investigadora. “Esto destaca la importancia de reconocer la enfermedad y saber que es una condición severa que puede responder muy bien a un tratamiento de salud mental”, concluyó la autora.

¿ Obsesiones: El Pan de cada Día ? I

Las obsesiones: El amargo pan de cada día.
¿Quién no ha tenido alguna vez ideas o preocupaciones que de forma repetitiva le asaltan sin que sepa alejarlas para vivir sin su pernicioso influjo?

No son pocos quienes dudan sistemáticamente si han cerrado bien la puerta, desconectado el gas, apagado la luz... y vuelven una y otra vez a confirmar que, efectivamente, sí lo habían hecho.

Otras personas ritualizan su vida cotidiana con manías como contar las baldosas de las cocinas o los peldaños de las escaleras, no pisar las rayas del suelo, retener las matrículas de los coches, ocupar siempre el mismo asiento en las reuniones o comidas, portar un objeto inútil en el bolsillo... Pero esto no son sino manifestaciones casi anecdóticas de unas costumbres que pueden convertirse en un verdadero problema psicológico.

Todos tenemos hábitos que, a pesar de que merezcan el calificactivo de manías, consideramos normales. Pero cuando estos pensamientos o manías hacen sufrir nos encontramos con los trastornos obsesivo compulsivos. Las obsesiones son pensamientos que se repiten de forma insistente a pesar de la voluntad del individuo, y que escapan a su control.

Si los pensamientos obsesivos se convierten en gestos de conducta casi automática, devienen en compulsiones, acciones o manías que la persona se ve forzada a ejecutar para sentirse bien o, al menos, tranquila. Es consciente de lo absurdas e irracionales que son, pero se siente incapaz de eludirlas. Cuando las compulsiones se asocian entre sí, formando una cadena, se convierten en rituales patológicos.

Catálogo de rituales obsesivos.
Casi siempre están relacionados con:
La limpieza. Quienes los padecen tiene pavor a quedar contaminados con lo que tocan o rozan y se lavan repetidamente las manos. Incluso llegan a evitar dar la mano o cualquier contacto físico en los saludos. Una motita de polvo en un mueble les parece algo horrible.

El orden. No soportan que alguna cosa se halle, siquiera temporalmente, fuera de su sitio. Incluso si ocupan su lugar debe ser en simetría o en conformidad con los ángulos de la mesa. Tampoco soportan que los demás no cumplan con esos cánones del orden compulsivo y las personas que conviven en la casa, sean adultos o no, habrán de cumplir estrictamente con las normas de orden y limpieza impuestas por el afectado por esta manía.

Comportamientos indecisos. Por ejemplo, comprueban una y otra vez cómo está la casa antes de cerrar la puerta. Y aun así, vuelven a entrar después de haber cerrado. Ante cualquier decisión, por nimia que sea, lo pensarán durante meses. Y, una vez adoptada, dudarán si fue acertada. Y reflexionarán incasablemente sobre si han hecho bien, o consultarán con otras fuentes.
Distinguir los pensamientos obsesivos

Todos tenemos manías, preocupaciones o pensamientos repetidos. Pero si la obsesión llega a dificultar o impedir las relaciones sociales, si la persona pierde libertad... nos hallamos ante un trastorno obsesivo compulsivo que puede requerir de la intervención de un especialista.

Resultaría interminable enumerar las consecuencias que pueden acarrear los pensamientos irracionales en quienes los padecen y en quienes conviven con estas personas. El catálogo es muy amplio, desde los inconvenientes más triviales hasta los desenlaces más dramáticos. Y todo ello sólo por haber interpretado distorsionadamente la realidad.

Ya en el siglo I, Epicteto, un filósofo estoico, afirmaba que «los hombres no se perturban por causa de las cosas, sino por la interpretación que hacen de ellas». En cualquier caso, lo interesante es saber cómo librarse de las obsesiones y hacer frente a estos pensamientos irracionales y distorsionados. Y, consecuentemente, cómo conseguir vencer a las conductas compulsivas.

La psicología científica, de la mano de autores como Ellis, Beck, Mahoney o Golfried, ha alumbrado la Reestructuración Cognitiva, una técnica psicológica cuyo objetivo es identificar, analizar y modificar las interpretaciones o pensamientos erróneos que las personas experimentan en determinadas situaciones o tienen acerca de otras personas.

Los pensamientos negativos.
El pensamiento, en general, es un diálogo con nosotros mismos en el que terminamos haciendo afirmaciones sobre determinadas situaciones.
Pueden ser positivos si nos hacen sentir bien y nos ayudan; o negativos, si nos originan emociones negativas o nos hacen sufrir.
Serán racionales si se corresponden con lo que sucede objetivamente en la realidad, e irracionales si se alejan de lo que sucede.

Los pensamientos que causan más sufrimiento son los irracionales negativos.
Describamos algunos :
Pensamiento filtrante. Se toman los detalles negativos y se magnifican, sin filtrar los aspectos positivos de la situación.
Pensamiento polarizado. El maniqueismo: las cosas son blancas o negras. La persona ha de ser perfecta; si no, es un fracasado. No hay término medio.
Sobregeneralización del pensamiento. Se extrae una conclusión general de un simple incidente. Si ocurre algo malo en una ocasión, se esperará que ocurra una y otra vez.
Interpretación del pensamiento. Creemos saber qué sienten los demás y por qué se comportan como lo hacen. Nos vemos capaces de adivinar lo que sienten los demás acerca de nosotros.
Visión catastrofista. Se vaticina, se espera y se teme irracionalmente, el desastre. El individuo se entera de un problema y empieza a decirse «¿y si ocurre que...?», «¿y si me sucede a mí?»
Personalización. Creemos que todo lo que la gente hace o dice es una forma de reacción hacia nosotros. Y nos comparamos con los demás, intentando determinar quién es más elegante, quién es más brillante, quién tiene aspecto más saludable¿
Culpabilidad. Mantiene que los demás son responsables de su sufrimiento o adopta el punto de vista opuesto y se culpa a sí mismo de los problemas ajenos.

Cómo actuar ante los pensamientos irracionales negativos.
Seamos conscientes de la influencia que tienen sobre nuestra conducta y emociones. Los pensamientos son esos monólogos que mantenemos con nosotros mismos interpretando la realidad que nos rodea y a nosotros mismos. Pero son sólo hipótesis a demostrar.

Identificar los pensamientos, determinar en qué medida son objetivas esas interpretaciones de la realidad, hasta qué punto son racionales. Y hasta qué punto son polizones que se han colado sin nuestro permiso y nos hacen sufrir sin razón.

La alarma salta cuando nos producen emociones negativas como miedo, angustia o tristeza. Desenmascaremos entonces al polizón y examinémoslo sobre la racionalidad y la adecuación con la realidad.

Analizarlos, partiendo de que son sólo hipótesis a demostrar y que pensar algo no significa que sea cierto.
Cómo analizar si los pensamientos se ajustan a la realidad
Qué datos objetivos de la realidad apoyan e invalidan ese pensamiento.
Con qué argumentos se defendería ese pensamiento ante otra persona
Qué probabilidad existe de que suceda lo que se piensa.
Si lo tuviera otra persona, qué le diría yo para demostrarle que está en un error.
Es esa la única forma de interpretar la situación o existen otras .
Cómo analizar si influyen en los estados emocionales y en las conductas
¿Me ayuda a conseguir mis objetivos?
¿Me hace bien o me hace daño?
¿Cómo influye en mi estado de ánimo?
¿Cómo influye en mi conducta?
Cómo analizar qué ocurriría si lo que se piensa fuera cierto.
Incluso si lo que pienso es correcto ¿es realmente una catástrofe?
¿Qué consecuencias reales tendría para mí si ocurriera?
Si es así, ¿está justificado que me descomponga tanto?
Si lo malo ocurre, ¿será para siempre? ¿O algo temporal?

Proceso de Auto-Estima I

La Autoestima: Ayudar a que nuestros hijos e hijas se quieran.

Los seres vivos dependemos de nuestro entorno para crecer, aunque nuestro desarrollo se va a producir incluso en un ambiente hostil. Por lo tanto, si queremos potenciar la autoestima de nuestros hijos e hijas debemos tratar de conocer qué tipo de interacciones propician, anulan o dañan la formación de su confianza, y qué actuaciones les faltan el respeto.

Hemos de partir de la premisa de que la formación de la autoestima de los niños y niñas depende en gran medida de la relación que establecen con los adultos importantes en su vida, fundamentalmente sus madres y padres. Serán ellos los vigías de su confianza y los estimuladores de su autorespeto. Ambas premisas propiciarán una valoración personal que les llevará a quererse a sí mismos y, por extensión, a quienes les rodean.

Cuatro condiciones para potenciar la autoestima infantil:

1.- Si el niño o niña experimenta total aceptación de sus pensamientos y sentimientos, percibe el valor que se le da a su existencia. No nos gusta la envidia de nuestros hijos e hijas, sus celos, su cerrazón, su aislamiento, su rabieta, su cabezonería, su llorar constante y un largo etcétera. Incluso puede que las características del niño o la niña no sean las que deseábamos que fueran y, además, no aprenden como les estamos enseñando a ser. Pero aceptarles es admitir, por mucho que nos cueste, que ese hijo o esa hija es otra persona independiente y diferente de nosotros, y muy valiosa.

2.- Si opera en un contexto de límites bien definidos y firmes, percibe que nos importa. Esos límites habrán de ser justos, razonables y negociables: no vale la libertad ilimitada, pues en esta relación la falta de límites significa indiferencia. Cuando los progenitores escuchan las necesidades y deseos de sus vástagos y se muestran dispuestos a negociar con ellos las reglas familiares, están ejerciendo autoridad y no autoritarismo. La autoridad escucha, atiende y negocia, pero también sanciona el incumplimiento de las normas, algo estrictamente necesario para que el niño o la niña pueda forjar su identidad y establecer su autoestima.

3.- Si se siente respetado por su dignidad como ser humano, ganará en confianza. Como a todo, también a respetarse se aprende y no será posible que lo consigan si no les enseñamos. Lo estaremos haciendo cuando aceptamos sus decisiones, escuchamos sus deseos, atendemos sus necesidades y negociamos las reglas establecidas en casa. Respetarles no significa dejar que hagan lo que quieren. La permisividad es nefasta: destruye el esfuerzo, la disciplina y el autocontrol, y con ello, la confianza en uno mismo. Nuestra responsabilidad es enseñar y la suya aprender, pero será él o ella quien se sitúe en el mundo, se saldrá o no de nuestros límites. Intentar dirigir sus elecciones significaría anular su responsabilidad para con él mismo y para con su vida. No puede haber autoestima sin el ejercicio de la responsabilidad.

4.- Si el nivel de autoestima de los padres es alto, hay más probabilidades que ocurra lo mismo con el de sus hijos, aunque no siempre es así. Cuanto más se valoren a sí mismos los padres -aunque sin caer en excesos-, más fácilmente podrán trasmitir a sus hijos la importancia de quererse a sí mismos. Una autoestima bien asentada ayudará a los progenitores a educar a sus hijos, pues padres y madres son modelos de aprendizaje importantes y necesarios para que el niño inicie su andadura partiendo de algo a imitar y que le indica el camino y cómo recorrerlo.

Un entorno adecuado.
La falta de autoestima se manifiesta como un problema, generalmente pasada la adolescencia, pero también está demostrado que la autoestima se puede recuperar, mimar y potenciar. Por ello, nos interesa conocer en qué medida se propicia en el proceso educativo y formativo. Para lograrlo hay que crear un entorno de seguridad que se sustenta en tres pilares: amor, aceptación y respeto. Parece obvio, pero hay que entenderlo bien.

Amarle por quién es, por su existencia y por su derecho a ser querida o querido, independientemente de que nos guste cómo piensa, siente o se comporta.
Aceptarle tal cual es, y no en la medida en que sigue nuestros preceptos y responde a nuestras expectativas.

Respetarle en sus decisiones de por dónde y cómo quiere llevar su vida. Hacerle ver, cuando esas decisiones nos parezcan equivocadas, por qué no se consideran correctas, pero no impedir que intente llevar a cabo lo que considere oportuno. Cometer errores es parte esencial de todo aprendizaje.

El padre y la madre, en armonía.
Puede que el padre y la madre discrepen y no tengan igual opinión sobre alguna cuestión que afecte a la educación de su hija o hijo, pero esto no supone ningún inconveniente, e incluso esas discrepancias pueden ser conocidas. Lo que sí afectará a la seguridad del niño es que sus progenitores no estén de acuerdo en las decisiones finales. La importancia no está, por tanto, en la diferencia de opiniones, sino en la no unanimidad en las decisiones.

Además, no hay problema en que los padres y madres cambien de opinión ante un hecho o una norma, y en que se lo hagan saber a sus hijos explicándoles el motivo. Esto no supone merma de credibilidad y, en cambio, sí es un ejemplo de flexibilidad y de acomodo a las circunstancias. La rigidez y la inmovilidad no caben en un proceso educativo, donde asumir los riesgos de cambios es parte de la enseñanza.

En resumen…
El compromiso como padres y madres para posibilitar una alta autoestima en los hijos e hijas está relacionado con las siguientes condiciones:
1.- Tener presente que es otra persona, independiente y distinta de nosotros.
2.- Ofrecer una seguridad basada en la coherencia, es decir, en la coincidencia entre lo que se
enseña y lo que se hace.
3.- Hacerle sentirse observado y comprendido. Transmitirle que es una persona única e
irremplazable.

4.- Amarle desde la expresión verbal, mostrándole el gozo que tenemos por su existencia. El
tacto es el gesto esencial para que pueda sentirse querido. Tocarle, besarle, acariciarle no
sólo cuando es bebé, también cuando rechaza, por pudor, esa muestra.
5.- Aceptarle tal como es. Sólo así aprenderá a aceptarse.
6.- Respetarle como es.
7.- Marcarle límites justos, razonables y negociables.

8.- Ofertarle normas y altas expectativas por lo que respecta a su comportamiento y
rendimiento. No una actitud del “todo vale”, pero tampoco un “no vales”.
9.- Ofrecerle elogios y críticas dirigidos a su conducta y comportamiento, nunca a su persona. 10.-Cuidar por tanto el lenguaje, que puede ser muy negativo, aunque parezca superficial y
efímero.
11.- Motivarle a tomar de decisiones, a experimentar, a asumir riesgos, a hacer y a
responsabilizarse de los mismos. No privarle de cometer errores. No sobreprotegerle.

Inteligencia Emocional I

Inteligencia emocional: Aprender a vivir las emociones.

La mayor parte de las habilidades para conseguir una vida satisfactoria son de carácter emocional, no intelectual.
Hemos aprendido desde pequeños que el sentimentalismo (así se ha llamado al hábito de sentir a flor de piel las emociones y a mostrar en público esa forma de interpretar las vivencias) era propio de personas débiles, inmaduras, con déficit de autocontrol.

Además, se ha extendido en nuestro imaginario colectivo el lugar común, machista como pocos, de que las emociones o -más aún- el llanto, pertenecen al ámbito de lo femenino. Sin embargo, todo evoluciona y va ganando terreno la convicción de que vivir las emociones es un elemento insustituible en la maduración personal y en el desarrollo de la inteligencia.

Tenemos muy en cuenta nuestro espacio intelectual y no sólo le hemos dedicado tiempo y esfuerzo, sino que incluso la valoración que hacemos de una persona pasa, en buena medida, por sus conocimientos y habilidades intelectuales. Desde la educación, tanto reglada como no académica, se nos ha motivado para que saquemos el máximo partido a nuestros recursos intelectuales.

Nadie discute la necesidad de adquirir conocimientos técnicos y culturales para prepararnos (y reciclarnos) para la vida profesional, pero en una equivocada estrategia de prioridades olvidamos a veces la importancia de educarnos para la vida emocional. Aprender a vivir es aprender a observar, analizar, recabar y utilizar el saber que vamos acumulando con el paso del tiempo.

Pero convertirnos en personas maduras, equilibradas, responsables y, por qué no decirlo, felices en la medida de lo posible, nos exige también saber distinguir, describir y atender los sentimientos. Y eso significa contextualizarlos, jerarquizarlos, interpretarlos y asumirlos. Porque cualquiera de nuestras reflexiones o actos en un momento determinado pueden verse “contaminados” por nuestro estado de ánimo e interferir negativamente en la resolución de un conflicto o en una decisión que tenemos que tomar.

Una habilidad muy especial.
Mimar nuestro momento emocional, aprender a expresar los sentimientos sin agresividad y sin culpabilizar a nadie, ponerles nombre, atenderlos y saber cómo descargarlos, es uno de los ejes de interpretación de lo que nos ocurre.
Cada vez que dudamos ante una decisión, que nos proponemos comprender una situación, no hacemos estas operaciones como lo haría un ordenador o cualquier otro ingenio de inteligencia artificial, sino que ponemos en juego, traemos a colación, todo nuestro bagaje personal (incluyendo lo que nos ha podido pasar hace un rato o unas horas) y el pesado fardo de nuestra herencia cultural.

De ahí que vivir nuestras emociones es una habilidad relacional que nos capacita como seres que se desarrollan en un contexto social. Sólo cuando conectamos con nuestros sentimientos, los atendemos y jerarquizamos, somos capaces de empatizar con los sentimientos y circunstancias de los demás.

No es más inteligente quien obtiene mejores calificaciones en sus estudios, sino quien pone en práctica habilidades que le ayudan a vivir en armonía consigo mismo y con su entorno. La mayor parte de las habilidades para conseguir una vida satisfactoria son de carácter emocional, no intelectual. Los profesionales más brillantes no son los que tienen el mejor expediente académico, sino los que han sabido “buscarse la vida” y exprimir al máximo sus habilidades.

Aprender a desarrollar la Inteligencia Emocional.
Esta sociedad de las “buenas maneras” y el control social han hecho de nosotros auténticos robots de las apariencias.
En la Universidad de Málaga los doctores Fernández Berrocal y Extremera han abordado la inteligencia emocional como la habilidad (esencial) de las personas para atender y percibir los sentimientos de forma apropiada y precisa, la capacidad para asimilarlos y comprenderlos adecuadamente y la destreza para regular y modificar nuestro estado de ánimo o el de los demás.

En la inteligencia emocional se contemplan cuatro componentes:
Percepción y expresión emocional. Se trata de reconocer de manera consciente qué emociones tenemos, identificar qué sentimos y ser capaces de verbalizarlas. Una buena percepción significa saber interpretar nuestros sentimientos y vivirlos adecuadamente, lo que nos permitirá estar más preparados para controlarlos y no dejarnos arrastrar por los impulsos.

Facilitación emocional, o capacidad para producir sentimientos que acompañen nuestros pensamientos. Si las emociones se ponen al servicio del pensamiento nos ayudan a tomar mejor las decisiones y a razonar de forma más inteligente. El cómo nos sentimos va a influir decisivamente en nuestros pensamientos y en nuestra capacidad de deducción lógica.

Comprensión emocional. Hace referencia a entender lo que nos pasa a nivel emocional, integrarlo en nuestro pensamiento y ser conscientes de la complejidad de los cambios emocionales. Para entender los sentimientos de los demás, hay que entender los propios. Cuáles son nuestras necesidades y deseos, qué cosas, personas o situaciones nos causan determinados sentimientos, qué pensamientos generan las diversas emociones, cómo nos afectan y qué consecuencias y reacciones propician.

Empatizar supone sintonizar, ponerse en el lugar del otro, ser consciente de sus sentimientos. Hay personas que no entienden a los demás no por falta de inteligencia, sino porque no han vivido experiencias emocionales o no han sabido gestionarlas.

Quién no ha experimentado la ruptura de pareja o el sentimiento de orfandad por la pérdida de un ser querido, es difícil que se haga cargo de lo que sufren quienes pasan por esa situación. Incluso cuando se han vivido por experiencias de ese tipo, si no se ha hecho el esfuerzo de vivirlas de manera explícita aceptándolas e integrándolas, no estarán suficientemente capacitados para la comprensión emocional inteligente.

Regulación emocional, o capacidad para dirigir y manejar las emociones de una forma eficaz. Es la capacidad de evitar respuestas incontroladas en situaciones de ira, provocación o miedo. Supone también percibir nuestro estado afectivo sin dejarnos arrollar por él, de manera que no obstaculice nuestra forma de razonar y podamos tomar decisiones de acuerdo con nuestros valores y las normas sociales y culturales.

Estas cuatro habilidades están ligadas entre sí en la medida en que es necesario ser conscientes de cuáles son nuestras emociones si queremos vivirlas adecuadamente.
Gestionar adecuadamente las emociones supone:
· No someterlas a censura. Las emociones no son buenas o malas, salvo cuando por nuestra falta de habilidad hacen daño, a nosotros o a otras personas.
· Permanecer atentos a las señales emocionales, tanto a nivel físico como psicológico.
· Investigar cuáles son las situaciones que desencadenan esas emociones.
· Designar de forma concreta los sentimientos y señalar las sensaciones que se reflejan en nuestro cuerpo, en lugar de hacer una descripción general (“estoy triste”, “estoy nervioso”…).
· Descargar físicamente el malestar o la ansiedad que nos generan las emociones.
· Expresar nuestros sentimientos a la persona que los ha desencadenado, sin acusaciones ni malas formas y detallando qué situación o conducta es la que nos ha afectado.
· No esperar a que se dé la situación idónea para comunicar los sentimientos, tomar la iniciativa.

Gestionar bien las emociones, decisivo: Ser inteligente no supone equilibrio ni felicidad.
No es que sea muy inteligente; es listo, que no es lo mismo”.
Las últimas teorías psicológicas hablan de la Inteligencia Emocional como nuevo concepto, si no contrapuesto sí distinto a la inteligencia “de toda la vida”, la asociada al coeficiente intelectual, a la cultura, a los títulos universitarios y a las destrezas lógicas, numéricas o gráficas.

En realidad, estas nuevas teorías no hacen sino racionalizar y estructurar lo que ya sabíamos o presumíamos. Estamos acostumbrados a que personas sin estudios cualificados ni mucha cultura triunfen en casi todo lo que se proponen.

Y, al revés, no nos llama la atención que otros individuos muy inteligentes (que entienden todo a la primera, incluso las ideas más complejas; que resumen un libro como si fueran críticos profesionales o que memorizan casi inmediatamente lo que a la mayoría les cuesta horrores) no progresen o no encuentren su sitio en lo profesional ni en lo personal.

Esta aparente contradicción se debe a que hay personas que, si bien no brillan en lo estrictamente racional, son muy habilidosos, muy inteligentes en la gestión de sus emociones y sentimientos. Son, en esta parcela tan relacionada con nuestra calidad de vida, más creativos, eficaces y listos que un eminente catedrático de filosofía o ingeniería industrial.

Hay otra forma de ser inteligente: la de las emociones y sentimientos. Algunos individuos saben afrontar las situaciones y salen airosos de acuciantes problemas mientras otros fracasan y se hunden ante obstáculos nimios.

La inteligencia emocional juega un papel decisivo en la explicación a esta bipolaridad tan común. Lograr lo que nos interesa depende más de nuestra capacidad de vivir, de escrutar los problemas y canalizar nuestras emociones, que del razonamiento abstracto o nuestra capacidad para resolver problemas matemáticos.

La historia nos habla de genios (científicos, intelectuales, artistas, políticos, ...) cuya vida personal fue un patético desastre. Y, sin embargo, nuestro entorno más inmediato nos muestra personas normales que llevan su existencia (la idea que uno tiene de sí mismo, las relaciones de pareja, las amistades, el trabajo o la capacidad de ser un buen padre o madre) de manera admirable.

El complejo mundo de las emociones interviene en cómo resolvemos los problemas. Además, las emociones positivas pueden alterar la organización de la memoria, de modo que se integre mejor el material cognitivo y que ideas antes dispersas surjan relacionadas y fáciles de recordar.

Salovey, investigador de Yale, USA, define la inteligencia emocional como “una parte de la inteligencia social, que concierne a la habilidad de comprender sentimientos propios y ajenos y de utilizarlos para nuestros pensamientos y acciones”. Y añade que una sociedad que no fomenta la inteligencia emocional crea individuos insatisfechos e insolidarios.

El coeficiente intelectual no lo es todo.
Otro especialista en esta materia, Goleman, autor del libro “Inteligencia Emocional”, reconoce que no existen pruebas para determinar la inteligencia emocional equiparables a los ya estandarizados tests que miden el coeficiente intelectual de las personas.
Pero asegura que las habilidades emocionales son a veces más importantes para nuestro futuro que ese coeficiente.

Aunque los individuos con alto coeficiente intelectual son ambiciosos, productivos e incluso tenaces y despreocupados, según este autor, son frecuentemente fríos, inhibidos, inexpresivos, aburridos, quisquillosos e incómodos con la sensualidad.
En cambio, las personas con gran capacidad emocional son más comunicativos y agradables y están más a gusto consigo mismos y con los demás. Todos tenemos los dos tipos de inteligencia, si bien en distinta medida.

El coeficiente intelectual incluye habilidades como el razonamiento abstracto, verbal, numérico y espacial. Pero son muchas las situaciones en que el cerebro emocional “piensa” más rápido y mejor que el otro. Las decisiones trascendentales no son resultado de razonamientos abstractos. Están cargadas de sentimientos y visceralidades, noexplicables por la inteligencia lógica.

Desde pequeños, mejor.
Esta capacidad de vivir y manejar las emociones se aprende desde la infancia. Por ello, la familia es la escuela en la que el niño aprende, para bien o para mal, a desarrollar su inteligencia emocional.
Pero, desgraciadamente, los padres no siempre son conscientes de la trascendencia que reviste atender, integrar y conducir las emociones infantiles.

Los hijos de familias en que se han cultivado bien las emociones, son más sociables y mejores estudiantes, aunque su “otra” inteligencia, la lógica, no sea brillante. Si bien es cierto que la familia y la escuela son fundamentales en el desarrollo de la inteligencia emocional, nunca es tarde para efectuar correcciones y adquirir nuevas habilidades en este terreno. Nos jugamos mucho en ello y, por muy adultos que seamos, podemos desarrollar un dominio más eficaz de las emociones. No olvidemos que las perturbaciones emocionales afectan a la salud.

Gestionar bien las emociones fuertes o negativas, aprender a vivirlas, puede potenciar nuestro sistema inmunológico y cardiovascular. Otra ventaja: en los procesos de selección de personal en las empresas, cada día que pasa se valoran más la madurez y estabilidad emocional de los aspirantes.
En la vida de pareja se ha comprobado, asimismo, que la estabilidad de la relación y el éxito en la toma de decisiones dependen mucho de la madurez y estabilidad emocional de sus miembros.

¿Soy emocionalmente inteligente?: cómo saberlo
Aunque no se puede medir psicométricamente con la exactitud con que se determina el coeficiente intelectual, hay indicadores de inteligencia emocional. Entre paréntesis, encontrará la respuesta que daría una persona emocionalmente inteligente a las siguientes cuestiones.
¿Sabe usted empatizar, es sensible ante las emociones ajenas? (Sí)
¿Controla adecuadamente sus impulsos? (Sí)
¿Cómo tolera las frustraciones? (Bien, con perspectiva e intentando positivizar)
¿Expresa controladamente sus sentimientos? (Sí)
¿Es capaz de afrontar serenamente los conflictos con otras personas? (Sí)
¿Cómo sale de los baches emocionales? ¿Derrotado? ¿Le duran mucho tiempo? (Con tranquilidad, fijándome en lo positivo de la nueva situación. Con fuerzas para empezar de nuevo. El bache se supera poco a poco, sin prisa, pero sin pausa)
Cuando se enfada ¿lo hace con quien debe y cuando debe? (Sí, exclusivamente)
¿Se prohíbe llorar? (No, a veces lo hago; y no pasa nada)
¿Le parece que reirse a carcajadas o contar chistes es frívolo? (No, en absoluto. El humor es maravilloso ) .

La Inteligencia Emocional se puede cultivar.

1.- Trabaje la empatía, ábrase a los demás. Obsérveles y escuche. Fíjese en sus gestos, en su
mirada, en su forma de hablar. Aprenda a sentir lo que ellos sienten.
2.- Cultive el autocontrol, pero sin suprimir las emociones. Observe y analice hasta qué punto
esos sentimientos son eficaces para algo. O si le hacen daño.
3.- Analice sus tensiones e instintos. Sin reprimirse, ponga orden y canalícelos.
4.- Rebobine. Después de una discusión o de un día triste, pregúntese por qué. Si su reacción fue
proporcionada, si merecía la pena haberse comportado así, ...
5.- Busque oportunidades para reir. La risa y el buen humor nos hacen más felices. Y, además,
parece que alargan la vida.
6.- El placer ayuda a vivir mejor las emociones. Búsquelo. Los instintos reprimidos dan lugar a
agresividades desplazadas.
7.- El mundo no se acaba hoy ni aquí. En situaciones graves o dramáticas, mire hacia detrás
(recuerde momentos de plenitud, todos los hemos vivido) y hacia delante (vendrán más).
Sobran los motivos para luchar. Un sólo instante de felicidad, aunque sea dentro de un año,
merece el esfuerzo que seamos capaces de hacer ahora.

Exclavos de Nuestra Imagen I

las apariencias engañan: Desde uno mismo, hacia los demás.

Los humanos somos seres complejos, poliédricos, con actitudes, emociones y comportamientos poco coherentes entre sí, si no abiertamente contradictorios.

Llegamos a estar enamorados de dos personas a la vez, a odiar y apreciar al mismo tiempo a un mismo individuo, a prodigar auténticas ceremonias de hipocresía con nuestra pareja, amigos, compañeros de trabajo o familiares.

Cada día pensamos una cosa y hacemos otra bien distinta al respecto; unas veces actuamos así por no hacer daño a los demás, otras por pura conveniencia, por comodidad, ...
Vamos modelando nuestra manera de ser en función de lo que los demás esperan de nosotros. Pero las cosas no suceden así por casualidad.

Al cabo de los años, vivimos circunstancias en que es más sensato y conveniente “maquillar” nuestro comportamiento, adecuarlo al contexto, ocultar nuestros verdaderos sentimientos, moderarnos en nuestras respuestas o amordazar nuestra espontaneidad en aras de una supuesta convivencia armoniosa.

Lo peligroso de este juego, el de las apariencias, el de los secretos y mentiras, es que muchos naufragan en él. Y sobreviene el vacío: “¿quién soy en realidad?”.
Este fracaso, este desencuentro con uno mismo, puede deberse tanto a la pérdida (u olvido) de la propia identidad personal (de puro jugar, se olvida uno de lo real, lo que queda tras la representación), como al desconcierto y el temor que nos asolan ante las situaciones difíciles. Y no es extraño, porque las reglas, muy sutiles ellas, no están escritas, y las experiencias ajenas difícilmente sirven.

Estas representaciones actorales, asumidas con naturalidad por casi todos, no serán perjudiciales si mantenemos la cabeza fría y sabemos distinguir lo que pensamos, lo que hacemos y lo que, en definitiva, somos de verdad. Conocer a fondo el juego de las apariencias puede resultar entretenido y muy instructivo, además de que aprenderemos mucho sobre el género humano. Y sobre nosotros mismos.

Cumplir con lo previsto
Crear nuestra imagen y consolidarla ante el exterior y ante nosotros forma parte del aprendizaje para la vida. A medida que crece la competitividad, lo hacen las comparaciones; de ahí la trascendencia de que cumplamos con el prototipo que entendemos se nos ha asignado. La duda surge cuando nos preguntamos si mi imagen exterior y mi comportamiento son los que los se esperan en mí. O, aún peor, cuando nos interrogamos si cumplimos nuestras propias expectativas, si nos gustamos realmente.

A fuerza de creer que si no soy ese alguien que los demás “exigen” no seré nada, no me querrán o no me aceptarán, puedo interiorizar esa imagen–modelo, y acabar comportándome sin discernir si quien así actúa soy yo o mi proyección impostada.
Es como si mi yo y mi réplica se entremezclasen de continuo consiguiendo una fusión. La trampa radica en que, al final, esa mescolanza me resulte ajena, no sepa quién soy y, aún peor, qué quiero ser.

O que la imagen que los demás se han hecho de mí (con mi colaboración y consentimiento) sea tan distinta de lo que soy en realidad que surjan esos contrastes que pueden sumirnos en las dudas, o propiciar alguna crisis de identidad. La imagen que he fabricado me protege de mi yo auténtico y me impide el encuentro con él, obligándome a vivir constantemente desde el sentir ajeno.

Mi comportamiento, en suma, llega a no depender de lo quiero, siento o pienso, sino de lo que creo que en cada situación se espera de mí. Una manera de actuar que en lugar de regirse por el “yo así lo entiendo y así obro”, se guía por el “quedar a la altura de las circunstancias”, de las expectativas que hemos alimentado en los demás. El qué hacer queda supeditado a lo que intuyo que es “lo que ellos creen que debo hacer”.

Limitamos la percepción de nosotros
Conceder demasiada importancia a la imagen, a cómo nos verán los demás, mina mi autoestima y propicia miedos e inseguridad, además de incidir (muy negativamente) en la pérdida de referencias sobre mí mismo. Me aísla del mundo, puesto que tan sólo permito que se me conozca desde una perspectiva, la única que proyecto hacia los demás cuando me relaciono.

Muchas parejas, tras convivir durante décadas, descubren que no se conocen en lo fundamental, en lo íntimo, aunque sepan al dedillo las manías y costumbres de su cónyuge. Para proyectar nuestro verdadero yo, hemos de conocernos (no es fácil, requiere un poco de introspección y hacernos preguntas a veces complicadas de responder sinceramente), atendernos, escucharnos y amarnos. Y, desde ese punto de partida, relacionarnos con los demás.

Ahora bien, ser yo no significa ignorar las reglas sociales que cada espacio y grupo de personas requiere. Sin dejar de ser yo, no me mostraré de la misma forma cuando solicito un trabajo, hago el amor con mi pareja, la compra, o ceno con amigos. Sin arrinconar la consciencia de quién soy, adoptaré las maneras que entiendo convenientes; pero siendo y sintiéndome artífice de mi vida. La mejor fórmula para que me quieran es queriendo yo como lo que soy: una persona auténtica, íntegra y real.

Ser, no aparentar:
Cómo encontrarnos mejor, desde nosotros mismos:
Atendiendo preferentemente a nuestros sentimientos, gustos y raciocinios (es necesario conocernos bien). Y prestando sólo atención relativa a las expectativas de los demás.
Recordando que el derecho de vivir según pensamos y sentimos, también ampara a quienes nos rodean.
No juzgándonos a cada momento, sino reflexionando con cariño y espíritu crítico sobre nuestras decisiones.

Practicando la autoafirmación. Somos únicos, e irrepetibles. No hemos de copiar planteamientos ni criterios ajenos. Los nuestros son válidos, mientras no se demuestre lo contrario.
Teniendo claro que cada decisión corresponde a un “aquí y ahora” y que podemos cambiar de opinión. Y de manera de actuar.

Aceptándonos, queriéndonos y gustándonos tal cual somos. Asumiendo nuestras contradicciones e intentando mejorar cada día.
Siendo cada uno nuestro mejor amigo, para poder llegar a ser un auténtico amigo de los demás. De quienes nos aprecien por cómo somos en realidad.

¿ Frustracción ? Por su puesto, en su medida

La vida sin asignaturas pendientes.

La interpretación de decisiones anteriores más o menos acertadas debe alejarse del concepto de fracaso y acercarse al aprendizaje vital
Quien cree que cometer errores equivale a fracasar, olvida que las equivocaciones forman parte fundamental de todo aprendizaje.
Además, niega la posibilidad de reparar aquello que siente como una asignatura pendiente y que tal vez pueda solucionarse, siempre y cuando se haga para mejorar el presente y no con la intención de reparar el pasado.

“Si hubiese hecho, si hubiese dicho, si me hubiese comportado de otra manera o hubiera optado por la otra opción”... Echamos la vista atrás y nos culpabilizamos por acciones de nuestro pasado y pensamos que ahora pagamos las consecuencias.

También achacamos lo que no nos gusta del presente a situaciones desfavorables que nos tocó vivir. Concluimos entonces que, si pudiéramos, cambiaríamos algunos capítulos de nuestra vida porque son culpables de que no tengamos lo que merecemos y de que no seamos lo felices que podríamos ser. ¿Cuánto de razón o sinrazón hay en ello?

Debemos aceptar nuestro presente y vivirlo con agrado, no con resignación
Hemos de admitir que las decisiones que resultaron no ser las más acertadas condicionan muchas facetas de nuestra vida. De hecho, lo que somos es producto tanto de lo que hicimos como de lo que dejamos de hacer, y nos afecta en lo académico, profesional, doméstico y emocional.

Es comprensible que en determinadas situaciones, que suelen coincidir con momentos de inestabilidad o de carencias emocionales, nos lamentemos por no haber adquirido habilidades concretas o por haber dejado escapar a aquella persona que tanto bien nos hacía. Sentirlo con cierta añoranza no es negativo, siempre que aceptemos nuestro presente y lo vivamos con agrado, no con resignación.

Pero si no partimos de esa aceptación satisfactoria y andamos de continuo con la vista atrás pensando en lo que fue y en lo que pudo haber sido, tendremos que plantearnos si no estamos viviendo con asignaturas pendientes.

Cuáles pueden ser las asignaturas pendientes
Añorar con dolor y sentimiento de fracaso el no haber cursado determinados estudios.
No haber aclarado aquel malentendido por el que perdimos a una persona querida.
No habernos despedido o haber manifestado nuestro amor a esa persona que amábamos y se nos fue.
Pensar que no hicimos lo suficiente por alguien y sentir que, no sólo hemos decepcionado a esa persona, sino también a nosotros mismos.
Creer que hubiéramos podido evitar alguna desgracia que ocurrió en nuestro entorno.
Culpabilizarnos de la falta de decisión o bien de la decisión tomada sobre algún asunto importante, por las consecuencias que ha tenido en nuestra vida.

Las citadas asignaturas pendientes corresponden a situaciones del pasado cuya influencia en nuestra realidad cotidiana tendemos a magnificar. Vistas en la actualidad y con un sentimiento de fracaso, incapacidad e incluso de culpa, podemos idealizar lo que hubiera sido nuestra vida si no existieran, si hubiéramos sabido gestionar lo que ocurrió de manera diferente.

Pero lo cierto es que no hay vuelta atrás y no sabemos, ni podremos saber, qué hubiera sido de nosotros y de nuestras vidas si nuestra asignatura pendiente no existiera.

¿Por qué se hacen presentes las asignaturas pendientes del pasado?
Porque no nos gusta ni aceptamos nuestra vida tal y como es.
Perseguimos la ilusión de un ‘mundo perfecto’ y consideramos que lo que hicimos o dejamos de hacer es la clave de nuestro infortunio.
Nos comparamos con lo que otros tienen y en esta competición nos arrepentimos de decisiones que tomamos en el pasado.
Nos sentimos culpables por haber fallado a alguien.
Pensamos que dejamos escapar oportunidades especiales.
Juzgamos que no supimos, por incapacidad o por miedo, abordar algún problema al que había que dar respuesta.
Suponemos que huimos por cobardía de algo que dejamos sin solucionar.
Lamentamos que fuimos unos irresponsables y no hicimos lo que debíamos por falta de esfuerzo y disciplina.
Percibimos que nos falló la oportunidad o las condiciones que deberíamos haber tenido para poder hacer tal o cual cuestión.

Como se ve, en las asignaturas pendientes se mezclan sentimientos dolorosos, como la insatisfacción, la incapacidad personal, la falta de confianza, la irresponsabilidad, la exigencia perfeccionista, el victimismo, el miedo y la culpa.

Se sostienen porque se parte de la falsa creencia de que cometer errores equivale a no valer.
Las equivocaciones del pasado se toman, entonces, como fracasos personales y no como parte fundamental de todo aprendizaje, olvidando que sirven para percibir lo que no nos conviene o nos hace mal. Usarlas para maltratarnos y castigarnos, además de despojarlas de su utilidad, nos lleva a recaer en otro nuevo error: castigarnos.

Las equivocaciones del pasado son parte parte fundamental de todo aprendizaje
Además, dependiendo de nuestro momento actual y de cuál sea nuestra asignatura pendiente quizá podamos reparar aquello que pensamos que hicimos equivocadamente, acometer lo que no hicimos, aclarar malentendidos, decir lo que no dijimos, pedir perdón o dar las gracias. Pero es importante hacerlo desde la idea de que nos va a procurar mayor felicidad y ahora es posible porque se ha aprendido del error del pasado. Hacerlo para llenar huecos y negar lo que fue es no vivir el presente.

Para no caer en nuevas asignaturas pendientes, tengamos en cuenta que…

Nuestra vida no puede funcionar exclusivamente por el concepto del DEBER, que en ella hemos de dar cabida al QUERER.
La comparación, la competitividad y la insatisfacción son malas compañeras de viaje y nos llevan a no poner punto y aparte a ningún capítulo de nuestra vida.
Nuestra responsabilidad ha de ser para con nuestra vida y no con la de los demás.
El miedo es necesario para no caer en una osadía temeraria, pero no hay que dejar que paralice ni bloquee nuestras conductas.
El sentimiento de culpa nos avisa de la transgresión de los valores por los que nos guiamos y nos incita a que revisemos nuestro comportamiento, pero no por ello hay que autoagredirse con reproches, descalificaciones ni desvalorizaciones.

6. Nuestros errores no deben servirnos para que nos sintamos incapaces, inútiles ni inferiores, sino para aprender en próximas ocasiones.

Convivir con una Enfermo Crónico

Convivir con un enfermo crónico.

Para atender bien hay que estar bien .
No hay domingos ni festivos. No hay descanso para quien ha asumido la responsabilidad del cuidado de un familiar en estado grave y crónico (ejemplos no faltan: sida, cáncer, Alzheimer, patologías psiquiátricas graves, ...) por mucho que haya momentos en que otras personas la sustituyan en esta absorbente tarea.

La actividad se mantiene siempre presente en el pensamiento del cuidador, y puede acabar convirtiéndose en una obsesión.
El principal problema afecta al paciente, pero también quienes los atienden día y noche sufren las consecuencias de una enfermedad grave o incurable.
Es una situación que sobreviene y a la que la familia hará frente.
Y, al final, el tiempo, las relaciones domésticas y sociales, el ocio, la emotividad personal y la vida entera del asistente, girarán en torno a las necesidades que plantea ese ese padre, madre, hermano o amigo que se han convertido en el centro de su rutina.

El auxiliador, por mucho que se provea de abnegación, compasión humana y dedicación al enfermo, puede terminar sintiéndose asfixiado y atrapado por sentimientos difícilmente controlables. Entre ellos, la frustración de un esfuerzo aparentemente baldío: el enfermo no mejora o incluso su salud se deteriora.

La conciencia de que se recorre un camino sin retorno y la constatación de la desesperanza del paciente convierten a la situación en una travesía erizada de dificultades, y, en algunos casos, carente de estímulos. A este escenario emocional hay que añadirle el cansancio físico que supone la multiplicidad de papeles en que se desdobla el cuidador, para seguir atendiendo –además de los constantes requerimientos del enfermo– las tareas de su vida cotidiana.

Si al finalizar el día (nunca se sabe si el trabajo acabará a medianoche o si habrá que levantarse en plena madrugada) se le preguntara al asistente cómo se encuentra, la respuesta más probable será: “cansada, muy cansada, prefiero no pensar, lo que me gustaría es dormir” (estas tareas, entre nosotros, normalmente la desempeñan las mujeres; de ahí, el femenino).

Cuando la situación se prolonga meses o años, o se hace impredecible su fin, puede generar desajustes y tensiones familiares. Es un panorama estresante, y conviene tanto no dejarse llevar por la emotividad que suscita el contacto permanente con el enfermo como no caer en una total dedicación, física y mental, al paciente.

El objetivo es doble: que no caiga el cuidador víctima de enfermedades o depresiones, y que mantenga sus fuerzas en equilibrio, cara a ser más eficaz en la atención al ser querido, que tanto requiere de nosotros en la última fase de su vida.

Una situación nueva y desconocida.
Lo primero es el realismo. No podemos partir del “yo puedo con todo”, sea cual sea nuestro carácter o el esfuerzo y las horas a invertir. No nos creamos imprescindibles ni pensemos que sin nuestra colaboración el desenlace será inminente o en más dolorosas circunstancias.

“Ellos no saben hacerlo y le hacen daño” o “ conmigo está más tranquilo y se siente más seguro” o “lo que él quiere es estar conmigo, porque se sabe más atendido” son planteamientos poco prácticos. El cuidador, con su dedicación exclusiva y absorbente, no conseguirá sino agotarse y frustrarse. No podrá impedir que haya momentos en los que el enfermo sufra o en los que incluso le tiranice.

Además, esta postura radical causa sentimientos de culpabilidad, cuando el asistente tiene que recurrir a la ayuda de otras personas.
Tampoco debe caerse en el victimismo del “no puedo más, si esto sigue así, me lleva a mí por delante, estoy destrozada de los nervios”, sin hacer nada por solucionar problemas que empiezan a hacer un daño serio al cuidador.

Seamos sinceros y realistas.
Permitámonos sentir el miedo a la muerte, pero no consintamos en que nos bloquee o paralice. La asunción de la muerte sirve para ayudarnos a ser cautos, responsables y amantes de nuestras vidas.
El enfermo nos recuerda cada minuto que la vida tiene un fin, y que es ineludible. Si aprendemos a convivir con nuestro miedo y hablamos de la muerte con naturalidad daremos salida a esa incomodidad que propicia tensión y rigidez a la hora de pasar nuestros días con enfermos crónicos graves.

Ante la tristeza, serenidad.
Instalarse en la negatividad, en la desesperanza, cuando se cuida a diario a uno de estos enfermos, es cosa fácil, casi natural. Lo apropiado es mirar con serenidad esa etapa, que tiene tres vertientes: la del propio cuidador, la de su familia y la de la persona a quien se ha decidido asistir. Para que nuestras fuerzas resulten eficaces y atendamos satisfactoriamente al enfermo, el ánimo del cuidador tiene que ser positivo, porque de él y de su serenidad a la hora de tomar las decisiones que se vayan planteando en la relación con el paciente, depende que nos sintamos en paz con nosotros mismos respecto al propósito adquirido: que la convivencia disfrute de un clima de comunicación.

Y que, dado lo irreversible de la enfermedad, tanta dedicación tenga su lado positivo: el estrechamiento de los lazos de solidaridad familiar. Y, por supuesto, que la ayuda al enfermo sea un auténtico acompañamiento en lo que se prevé sea su recta final. El cuidador debe ayudarse a sí mismo a sentir la ilusión por vivir, cada instante de su vida. Así podrá transmitir alegría y serenidad al enfermo. No deben faltar hacia este palabras amorosas, besos y caricias: llenarán el recuerdo de nuestro comportamiento con esa persona enferma.

Cómo ayudar al enfermo sin destruirnos:
Puede ser útil que recordemos algunas pautas que ayudan al cuidador de un enfermo grave crónico o incurable a mantener un buen equilibrio físico-emocional :
Distribuir el tiempo: todos los días (al margen de la labor de asistencia al enfermo) dispongamos de un rato para nosotras mismas y otro para la convivencia familiar o social.
Dedicar, más que nunca, tiempo y mimo a nuestra pareja e hijos.
El mundo y la vida, siguen. Procuremos mantener las relaciones con los amigos, aunque tengamos que espaciarlas. El teléfono también sirve.

Pasear o hacer ejercicio, al menos durante media hora al día.
Acudir cada cierto tiempo a espectáculos (teatro, cine, música), museos, ...
Contratar la ayuda de profesionales, para que, al menos cada cierto tiempo, pasen la noche con el enfermo. O pedir ayuda a familiares o amistades, para que nos reemplacen.
No descuidar la alimentación ni el descanso. Cansados o tristes no haremos bien nuestro trabajo. El enfermo lo notará. Necesita ayuda, pero también conversación y buenas vibraciones.
El enfermo además de cuidados básicos – alimentación, limpieza y medicalización– precisa tranquilidad y mucho afecto. Le ofreceremos nuestras palabras tranquilas y de acompañamiento. Y, junto a ellas, caricias y besos, exponentes de nuestra cercanía y amor.

· Mantendremos una buena condición física y emocional. Nuestra vida ha sufrido cambios, pero sigo siendo protagonista de ella: intento que se trastoquen lo menos posible mi trabajo, aficiones, cuidados y relaciones con las personas queridas.

Ventajas de la AUTOAYUDA:10 Minutos al DIA

Un encuentro de 10 minutos, a solas
Un pequeño respiro al día beneficia el equilibrio psíquico y permite un mayor autoconocimiento.

En el devenir cotidiano hay tantas cosas que hacer y tanto a lo que atender que el poco tiempo que resta de las obligaciones se dedica al descanso. Pero ese lapso que bien sirve para reparar las fuerzas perdidas no trae necesariamente en momentos de ocio, ni procura una tregua para mimarse a uno mismo.

Es más, la dinámica nos lleva muchas veces a ceder las horas libres de las que disponemos para satisfacer a los demás y cumplir con guiones sociales, aparcando deseos y necesidades. Somos capaces de olvidarnos de nuestras apetencias interiores para que lo exterior funcione.
Esta actitud, mal tildada de altruista, no respeta o desconoce los límites en que uno se mueve con satisfacción, lo que genera una negación personal y termina provocando enfado y rabia.

No en vano, el hábito de dejarnos postergados a un segundo plano nos vuelve incapaces de vernos y de atender nuestras apetencias y gustos. Esta falta de interés propio nos lleva a ocultarnos, por lo que dejamos de mostrarnos ante los demás. Nos encaminamos a un espacio donde nuestras aspiraciones no caben, pues les hemos quitado importancia y hemos dejado de procurárnoslas.

El hábito de dejarnos postergados a un segundo plano nos vuelve incapaces de vernos y de atender nuestras apetencias y gustos.
Habrá momentos en que reclamemos atención, más como una exigencia que como una petición, pues percibimos a los demás como deudores aunque hayamos sido nosotros mismos quienes nos hemos mutilado.

Nosotros mismos somos quienes hemos olvidado guardar un tiempo para hacer actividades que nos satisfagan o para estar con aquellas personas con quienes nos apetece estar. Más aún. Existe una parcela olvidada y dejada de lado que ni echamos de menos: la de estar centrado uno consigo mismo durante un tiempo, aunque sea reducido, al día.

Programar nuestro tiempo
Diez escasos minutos son suficientes para recuperar esa parcela. Poner una cifra y que sea tan reducida puede parecer ridículo, pero al igual que programamos el resto de nuestras actividades, ¿por qué no programar ésta? El tiempo concreto que acordemos, y más aún, el hecho de hacerlo implica:
Tenernos en cuenta.
Darnos un lugar en las prioridades de nuestras acciones.
Pensar que somos importantes.
Cuidarnos al igual que cuidamos de los demás.
Mimar nuestra existencia.

Si un familiar o un buen amigo nos solicitase diez minutos diarios casi de seguro que no dudaríamos en concedérselos. ¿Por qué no tener la misma atención y cuidado para con nosotros mismos? ¿Por qué nos cuesta tanto vernos y sentirnos como lo que somos: una persona importante? ¿Será que qué no nos valoramos ni queremos?

Aceptarnos como somos
La gran mayoría de las personas nos forjamos un ideal sobre quién queremos ser, y como ocurre con todos los ideales, no logramos que se convierta en realidad. Esto en sí no es negativo, pues esa diferencia entre lo ideal y la realidad se percibe en muchos órdenes de la vida.
El problema surge cuando la dicotomía desencadena una frustración y nos lleva a enfadarnos con nosotros mismos por no ser capaces de alcanzar aquello que perseguimos, y que erróneamente pensamos que nos haría felices.

El no vernos reflejados como creemos que nos gustaría ser nos lleva a sentirnos frustrados y a perder la confianza en nosotros mismos, lo que es sinónimo a no aceptar nuestros defectos, ni tampoco nuestras virtudes. Si no nos gustamos, difícilmente querremos estar a solas con nosotros, ni dedicarnos tiempo, aunque sean sólo 10 minutos.
Pero esto no puede servirnos de excusa para no intentarlo.

¿Cómo disfrutar de nuestro tiempo a solas?
Diez minutos con nosotros mismos NO son para:
Agobiarnos con todo lo que deberíamos haber hecho o nos falta por hacer.
Recordar nuestros malestares, tanto físicos como emocionales.
Dar vueltas a cualquier hecho que nos tiene preocupados.
Buscar soluciones para problemas que tenemos pendientes.
Pensar, analizar y hacer trabajar la mente.
Aislarnos con nuestras preocupaciones o pensamientos recurrentes.

Diez minutos con nosotros SI son para:
Aislarnos de nuestros problemas,
Darnos un respiro de las preocupaciones y una tregua de las obligaciones.
Darnos un tiempo por el que constatamos la importancia que nos otorgamos.
Conectar con nuestra propia soledad.
Estar físicamente solos con nuestro cuerpo y nuestra mente.
Sentirnos y conocernos más y mejor.
Abandonarnos a nada.

Durante esos diez minutos:
En ocasiones, se agolparán los pensamientos y otras nos vendrán de uno a uno, o ninguno. A los pensamientos hay que dejarlos pasar, sin pararnos en cada uno de ellos ni concederles interés.
Al principio puede que ese tiempo incomode e inquiete, igual que la primera vez que compartimos un espacio y un tiempo con alguien a quien no conocemos.
Nos habituamos a escucharnos para dejar de ser extraños de nosotros mismos.
Encontraremos el gusto y el placer de disfrutar de nuestra propia compañía, y valorarla más.

sábado, 28 de abril de 2007

Estudios sobre los Efectos de las Cicatrices

EL MARCAR CON UNA CICATRIZ Y MHE

Le estamos escribiendo porque pensamos que usted puede poder ayudarnos en un estudio a entender la causa de marcar con una cicatriz anormal.
Estamos interesados estudiar una asociación de la formación aberrante del tejido fino de la cicatriz con MHE, puesto que los informes preliminares sugieren frecuencia creciente de marcar con una cicatriz excesivo en pacientes de MHE.

Estamos investigando la causa de marcar con una cicatriz anormal mirando para los genes que contribuyen a marcar con una cicatriz excesivo en familias con MHE.
Para este estudio entramos en contacto con a todos los miembros de la familia, si los afectan o no. Quisiéramos investigar marcar con una cicatriz anormal en familias con algunos miembros que son afectados con MHE.

Para investigar una asociación entre MHE y marcar con una cicatriz excesivo, quisiéramos obtener la información sobre el estado de la diagnosis de MHE en todos los miembros de la familia e investigarla si el marcar con una cicatriz anormal ocurre solamente en miembros de la familia con MHE o también en miembros de la familia sin MHE.

Así, quisiéramos montar los pedigríes que contienen esta información. Quisiéramos eventual obtener una fotografía de la cicatriz real y de una muestra de la sangre. Todos los datos y muestras serán manejados confidencial.
La fotografía permitirá que distingamos diversas formas de marcar con una cicatriz excesivo, tales como un queloide (que crezca más allá del límite de la herida original) de una cicatriz hipertrófica (que sea una cicatriz levantada dentro del límite de lesión original).

Estamos buscando una alteración en un gen que contenga la información para una proteína específica, que puede causar la formación de cicatrices anormales.
Este gen alterado se está pasando activo en algunas familias a través de las generaciones. Usando la DNA (aislada de la muestra de la sangre) de todos los miembros de la familia que participan en este estudio, ahora hay métodos disponibles con cuál se pueden encontrar tal gen
y su alteración rápidamente.

Si es acertado, y nuestro laboratorio ha sido acertado en muchos otros proyectos del gen, nosotros publicará los resultados en un diario científico; su familia y sus miembros por supuesto seguirán siendo totalmente anónimos.

Usted puede ayudar a este estudio donando algo de su sangre (onza alrededor de media o 2-3 cucharillas).
No puede haber ventajas directas a usted o a su familia, pero esperamos que los resultados de este estudio contribuyan para mejorar las terapias para los pacientes en el futuro.

Para la parte inicial de esta información del estudio sobre marcar con una cicatriz en todos los miembros de la familia, con o sin MHE, sea montado. Es importante distinguir la formación normal de la cicatriz después de la cirugía en pacientes de MHE de la formación excesiva anormal de la cicatriz, que se caracteriza como cicatriz blanda gruesa levantada (a menudo púrpura en color o prurítico).

Si usted está interesado participar en este estudio o tener otras preguntas sobre esto estudie, satisfaga no vacilan entrarme en contacto con (Alexander_Marneros@hms.harvard.edu). Gracias por su consideración.
Alexander G. Marneros
Este estudio será conducido cerca:
Alexander G. Marneros, MD/Ph.D. y Bjorn R. Olsen, MD/PhD.
Escuela Médica De Harvard
Departamento de la biología de la célula
Avenida De 240 Longwood.
Boston, 02115, MA, los E.E.U.U.
Tel.: 617-432-1730
fax: 617-432-0638
Email: Alexander_Marneros@hms.harvard.edu

Portal Europeo de Salud: http://health.europa.eu

UE LANZA WEB SALUD REGISTRARÁ ÚLTIMOS AVANCES ENFERMEDADES RARAS. Málaga,18/05/2006

Expertos de la Comisión Europea, Estados miembros, empresas y organizaciones han participado en este proyecto pionero en salud digital, que 'actuará como interlocutor válido' sobre distintas cuestiones de sanidad o Medicina a través de sus múltiples vínculos, según aseguró hoy en Málaga el director general de Sanidad y Protección de los Consumidores de la UE, John F. Ryan.

El nuevo sitio web, cuya dirección es http://health.europa.eu/,servirá de fuente de información tanto a pacientes, como a profesionales, organizaciones del sector y políticos, a través de 47 asuntos distribuidos en seis grandes áreas temáticas (salud, estilo de vida, medio ambiente, enfermedades, cuidados y legislación comunitaria).

El portal contará con un consejo editor, que en principio está integrado por quince Estados europeos, además de agencias de salud, expertos y ONG, que se encargan de validar y actualizar diariamente los contenidos y los vínculos de la web, explicó Ryan.

Este equipo editor prestará especial atención al registro de las Enfermedades Raras, también denominadas de 'baja frecuencia', para que los ciudadanos dispongan de indicadores fiables sobre su investigación y las agencias y centros sanitarios encargados de su diagnóstico, aunque este trabajo se concibe 'más a largo plazo'.

Otros de los retos del nuevo portal es aumentar 'la representación de las regiones' de cada Estado miembro en el campo de las investigaciones, políticas o actividades.El lanzamiento de la web en el ámbito europeo tiene como objetivo abrir 'una puerta esencial' a la información que a priori no se encuentra a escala nacional.

Ryan insistió en que no se trata de un servicio de preguntas y respuestas que simule 'la relación paciente-médico', ya que lo que se pretende es 'que haya disponibilidad de información sobre salud en la web, al proporcionar los vínculos sobre las distintas fuentes que existen' .

Por otra parte, la sección dedicada a los 25 Estados miembros da acceso a las políticas sanitarias de los diversos gobiernos nacionales, así como noticias, leyes y publicaciones relevantes.
Los europeos cuentan desde hoy con un portal en Internet sobre salud pública de la UE que registrará los últimos avances de Enfermedades Raras en veinte idiomas, como la gripe aviar, y dispondrá de decenas de miles de fuentes de información sobre su diagnóstico, fármacos o investigación.

La Comisión Europea confía en que el nuevo portal sea un éxito entre los más de 450 millones de usuarios europeos, por lo que llevará a cabo una campaña de divulgación entre los diferentes Estados, aunque reconoce 'la brecha digital' en aquellos sectores sociales con bajo nivel de renta o educación.Ryan también se refirió a las dificultades previas para poner en marcha este proyecto, 'dado que la primera reacción fue de escepticismo' porque cada Estado tenía su propio portal, pero una web europea 'demuestra que muchas políticas comunitarias tienen impacto en la salud', como la directiva de TV Sin Fronteras sobre el alcohol en espacios publicitarios.

Esta iniciativa forma parte del Programa de acción en el ámbito de la salud pública (2003-2008) y se ha presentado en la Conferencia E-Health que se celebra en Málaga en la que participan un millar de expertos y cargos políticos.

¿ Vacaciones Fin de Semana I ? Hospitalización

A LA HORA DE INGRESAR EN UN CENTRO HOSPITALARIO:
Consejos I:
En el momento del ingreso en la Unidad correspondiente, el personal de enfermería le recibirá e informará sobre los aspectos relacionados con su estancia en el Hospital, aclarando las dudas que se le pueda presentar, y le proporcionará cuanto necesite para sentirse cómodo.

El Hospital le facilitará la ropa de cama, pijama, camisón, toallas, etc.
Pero si lo desea puede usar su propia ropa de dormir.
Los objetos de aseo personal, así como las zapatillas (se recomienda que no sean de chancla), los traerá de su domicilio.

Si el paciente es portador de algún tipo de prótesis (dentadura, audífono, etc.) comuníquelo al personal de enfermería que le facilitará un recipiente para su depósito, evitando así su deterioro o extravío.
En su habitación dispone de un armario donde guardar sus pertenencias.
Recomendamos no traer al Hospital objetos de valor, ni dinero. La dirección del Centro no se responsabiliza de su pérdida si no han sido registrados en la consigna (solicite información al respecto).

Consejos II
Comuniquen a su enfermera si el paciente toma algún medicamento. No deben tomar ninguna medicación sin el conocimiento de su médico o enfermera, aunque los estuviera tomando en casa por indicación médica.

Si necesitan algo del personal de enfermería, no duden en utilizar el timbre situado en la cabecera de la cama; serán debidamente atendidos.
El paciente no debe ausentarse de la Unidad sin el conocimiento de se enfermera; puede ser requerido para alguna prueba o administración de tratamiento.
En ocasiones les será solicitado su consentimiento escrito para la realización de pruebas o intervenciones.

Pedimos su colaboración para mantener un ambiente adecuado, que facilite su propio descanso y el de los demás pacientes:
- Evitando ruidos innecesarios.
- Moderando el tono de voz y el volumen del televisor o radio.
- Manteniendo cerrada a puerta de su habitación
- Permaneciendo en ella o en las salas de espera y evitando la estancia en los pasillos.

Cualquier problema relacionado con las instalaciones, organización, etc., comuníquenselo a la Supervisora de la Unidad.

Alimentación
La alimentación que proporciona el Hospital forma parte del tratamiento y, por tanto, contribuye a su recuperación. Es importante que no tome otros alimentos sin previo conocimiento de su médico o enfermera.
Procuraremos responder a sus preferencias, siempre que sea posible.
No duden en poner en conocimiento de su enfermera cualquier problema relacionado con la comida.
El horario de comidas les será facilitado en la Unidad.

Visitas
Al ingreso, el Servicio de Admisión les entregará dos tarjetas de visitas para acceder al Centro, en el horario establecido (de 13 a 19 horas).
El acompañamiento y las visitas proporcionan un gran beneficio a los pacientes. Sin embargo, las visitas masivas indiscriminadas y fuera del horario establecido pueden resultar perjudiciales para la salud y la evolución normal del paciente.
Por ello, les rogamos que respeten las instrucciones al respecto.

La necesidad de mantener un ambiente que favorezca la comodidad y reposo de las personas ingresadas, aconseja el máximo respeto a las normas de acceso y permanencia de familiares y visitantes.
Eviten las visitas de personas que padezcan algún proceso infeccioso (gripe, catarro, etc.).

Dado que las habitaciones son compartidas con otros pacientes, por su bienestar y el de sus compañeros, procuren que no permanezcan más de dos visitantes con el paciente en la habitación. Se precisa silencio y tranquilidad; limiten la permanencia excesiva.

Los niños menores de 12 años no deben visitar a los pacientes, salvo excepciones autorizadas. Un hospital no es un lugar adecuado para un menor y puede ser perjudicial para su salud.
Las Unidades especiales (U.C.I., Reanimación, U.C.P., Cuidados Paliativos, Infantil, Urgencias, etc.) poseen un horario especial de visitas, del que serán informados al ingreso.

Las principales actividades médicas y de enfermería se llevan a cabo por la mañana, por lo que podrán indicarle que no permanezca en la habitación de 8 a 13 horas, para no interferir en dichas tareas.

En situaciones especiales las Supervisora de la Unidad puede facilitarles una tarjeta que permitirá el acceso a un familiar fuera del horario habitual.

Información
La información sobre la evolución de la enfermedad les será facilitada por el médico, en el horario establecido en cada Unidad.
De conformidad con la Ley Orgánica 15/99 de Protección de datos de Carácter Personal y a fin de preservar y proteger la confidencialidad de los datos de los pacientes atendidos en nuestro Centro, este Hospital no facilitará información alguna sobre los pacientes atendidos en el mismo, excepto al propio paciente y, cuando esto no sea posible, a la persona más allegada.

Teléfonos y Televisión
Las habitaciones disponen de TV. y teléfono a través del cual se pueden hacer y recibir llamadas. Precisan monedas para su uso. Las instrucciones de manejo se encuentran en cada habitación. Además, el Hospital dispone de teléfonos públicos en cada planta.
Si posee un teléfono móvil, pregunte a la enfermera donde puede utilizarlo, ya que interfiere en el funcionamiento de diversos aparatos.

Prensa y Revistas
Ubicación: Planta Baja del Pabellón Central.
Horario: de 8 a 20 horas.
Dispone de un servicio de prensa que pasa por las habitaciones por las mañanas.

Cajero Automático
Existen cajeros automáticos ubicados en el banco y otro en la entrada por la planta semisótano de la calle .........

Peluquería
El Hospital les ofrece un servicio de peluquería móvil, que acude a las habitaciones a demanda de los pacientes ingresados, en ningún caso para familiares.

Recomendaciones especiales
En beneficio de todos los usuarios del Centro, les recordamos la necesidad de:
- No consumir tabaco ni bebidas alcohólicas en el Hospital.
- No utilizar ropa ni utensilios de otros pacientes.
- Hablar bajo y no hacer ruido.
- Cuidar las instalaciones hospitalarias.
- Seguir las indicaciones del personal del Hospital.
- Respetar las normas de convivencia. Prevalece el derecho al descanso sobre el uso de televisores y aparatos de radio.

Derechos de los Pacientes I

Ley General de Sanidad (Arts. 10 y 11 de la Ley 14/1986 de 25 de abril).
DERECHOS
Todos tienen los siguientes derechos con respecto a las administraciones públicas sanitarias:
Al respeto de su personalidad, dignidad humana e intimidad, sin que pueda ser discriminado por razones de raza, de tipo social, de sexo, moral, económico, ideológico, político o sindical.
A la información sobre los servicios sanitarios a que puede acceder, y sobre los requisitos necesarios para su uso.
A la confidencialidad de toda la información relacionada con su proceso y con su estancia en instituciones sanitarias públicas y privadas que colaboren con el sistema público.

3. A ser advertido de si los procedimientos de pronóstico, diagnóstico y terapéuticos que se le apliquen pueden ser utilizados en función de un proyecto docente o de investigación, que, en ningún caso, podrá comportar peligro adicional para su salud.

En todo caso, será imprescindible la previa autorización por escrito del paciente y la aceptación por parte del médico y de la Dirección del correspondiente Centro Sanitario.

A que se le dé en términos comprensibles, a él y a sus familiares o allegados, información completa y continuada, verbal y escrita, sobre su proceso, incluyendo diagnóstico, pronóstico y alternativas de tratamiento.

A la libre elección entre las opciones que le presente el responsable médico de su caso, siendo preciso el previo consentimiento escrito del usuario para la realización de cualquier intervención, excepto en los siguientes casos:
· Cuando la no intervención suponga un riesgo para la salud pública.
· Cuando no esté capacitado para tomar decisiones, en cuyo caso, el derecho corresponderá a sus familiares o personas a él allegadas.
· Cuando la urgencia no permita demoras por poderse ocasionar lesiones irreversible o existir peligro de fallecimiento.

A que se le asigne un médico, cuyo nombre se le dará a conocer, que será su interlocutor principal con el equipo asistencial. En caso de ausencia, otro facultativo del equipo asumirá tal responsabilidad.

A que se le extienda certificado acreditativo de su estado de salud, cuando su exigencia su establezca por una necesidad legal o reglamentaria.
A negarse al tratamiento, excepto en los casos señalados en el apartado 6, debiendo para ello solicitar el alta voluntaria, en los términos que señala el apartado 4 del capítulo de deberes.

A participar, a través de las instituciones comunitarias, en las actividades sanitarias, en los términos establecidos en esta ley y en las disposiciones que la desarrollen.
A que quede constancia por escrito de todo su proceso. Al finalizar la estancia del usuario en una Institución hospitalaria, el paciente, familiar o persona a él allegada, recibirá su Informe de Alta.

A utilizar las vías de reclamación y de propuesta de sugerencias en los plazos previstos. En uno u otro caso deberá recibir respuesta por escrito en los plazos que reglamentariamente se establezcan.
A elegir el médico y los demás sanitarios titulados de acuerdo con las condiciones contempladas en esta Ley, en las disposiciones que se dicten para su desarrollo y en las que regulen el trabajo sanitario en los Centros de Salud.

A obtener los medicamentos y productos sanitarios que se consideren necesarios para promover, conservar o restablecer su salud, en los términos que reglamentariamente se establezcan por la Administración del Estado.
Respetando el peculiar régimen económico de cada servicio sanitario, los derechos contemplados en los apartados 1,3,4,5,6,7,9 y 11 de este artículo serán ejercidos también con respecto a los servicios sanitarios privados.

Serán obligaciones de los ciudadanos con las instituciones y organismos del sistema:
1. Cumplir las prescripciones generales de naturaleza sanitaria, comunes a toda la población, así como las específicas, determinadas por los Servicios Sanitarios.
2. Cuidar las instalaciones y colaborar en el mantenimiento de la habitabilidad de las Instituciones Sanitarias.
3. Responsabilizarse del uso adecuado de las prestaciones ofrecidas por el sistema sanitario, fundamentalmente en los que se refiere a la utilización de servicios, procedimientos de baja laboral o incapacidad permanente, y prestaciones terapéuticas y sociales.
Firmar el documento de alta voluntaria en los casos de no aceptación del tratamiento. De negarse a ello, La Dirección del correspondiente Centro Sanitario, a propuesta del facultativo encargado del caso, podrá dar el alta.

Derechos del Paciente II

Derechos del paciente.

Por importantes, conviene conocerlos Ignoramos lo que significan conceptos como “consentimiento informado” y derecho a la libre elección y a la confidencialidad.

De entre los muchos derechos que nos asisten como ciudadanos, los relativos a la protección de nuestra salud figuran entre los menos conocidos.
A pesar de que todos hemos oído alguna vez -aunque sólo sea en las series de TV- términos como consentimiento informado, o derecho a la confidencialidad del historial médico, lo más habitual es que ignoremos su verdadero significado. Este desconocimiento motiva que no exijamos el cumplimiento de nuestros derechos como pacientes, o que solicitemos prestaciones no exigibles.

Los derechos del paciente regulan legalmente el modo en que seremos atendidos cuando utilicemos los servicios de la sanidad pública. Se refieren a cuestiones como la información que podemos exigir sobre las consecuencias de un determinado proceso médico en nuestra salud, el derecho a que sólo nuestro médico y quien nosotros decidamos pueda conocer detalles sobre nuestro estado de salud, o el derecho a obtener los medicamentos y productos sanitarios que necesitemos para conservar o restablecer la salud.

El derecho a la salud
Nuestra Constitución establece en su artículo 43 el derecho de los ciudadanos a la protección de la salud, y la obligación de los poderes públicos a organizar y tutelar la salud pública a través de medidas preventivas y de las prestaciones y servicios necesarios.
Este derecho constitucional fue regulado por la Ley General de Sanidad 14/1986. Ambas normas consideran la protección de la salud como un derecho del ciudadano y no como un deber del mismo, con la excepción del control de epidemias o la prevención de riesgos para la colectividad, que son deber activo de los poderes públicos y pasivo del ciudadano.

Pero, además, en enero de 2000 entró en vigor en nuestro país el Convenio del Consejo de Europa sobre los derechos del hombre y la biomedicina, que establece un marco común para la protección de los derechos y la dignidad humana en la aplicación de la biología y la medicina.
No obstante, a pesar de tratarse de un tema sobre el que hay una legislación tan vasta, todo lo relacionado la salud sigue causando quebraderos de cabeza a los ciudadanos.

Durante 2002, la Asociación de Defensa del Paciente (ADEPA) y la Asociación de Víctimas de Negligencias Sanitarias (AVINESA), recogieron 11.300 denuncias y reclamaciones por supuestas negligencias médicas, déficit de atención, listas de espera o por mal funcionamiento del servicio de ambulancias.

En opinión de ADEPA, esta cifra se puede elevar hasta 55.000 reclamaciones si se suman las realizadas ante el Defensor del Pueblo, el Ministerio de Sanidad o las consejerías de sanidad de las comunidades autónomas. No obstante, en España se denuncia muy por debajo de la media europea, ejerciendo dicho derecho únicamente entre un 25% y un 30% de los afectados.

Según ADEPA, no siempre se respetan los derechos de los pacientes, circunstancia que se agrava cuando éstos son ancianos o incapacitados, que difícilmente tienen ni el conocimiento ni el ánimo de denunciar o reclamar, sobre todo, en los servicios de Urgencias.

¿Qué es el consentimiento informado?
Prestar consentimiento es un derecho del enfermo, mientras que informar es un deber del médico que debe ser plasmado en un documento. El consentimiento informado es un acto en el que el médico explica al paciente la naturaleza de su enfermedad, los efectos de la misma, y los riesgos y beneficios de los procedimientos terapéuticos previstos para su recuperación, para a continuación solicitarle su aprobación para ser sometido a esos procedimientos.

Esta información se recoge en un documento en el que el paciente autoriza la intervención y el médico informa sobre los detalles de dicha operación: riesgos, complicaciones, diagnóstico, pronóstico y alternativas de tratamiento.

El escrito irá firmado por el paciente (con el DNI) y por el médico (con el número de colegiado). El consentimiento informado es obligatorio en caso de aborto, trasplante, donación de órganos, ensayos clínicos y técnicas invasivas que puedan suponer riesgo para el paciente.

Derechos del usuario
Derecho a la asistencia médica

· Todo usuario del sistema sanitario público tiene derecho a que se le asigne un médico, cuyo nombre se le dará a conocer y que será su interlocutor principal con el equipo asistencial, y en cuya ausencia, otro facultativo asumirá su responsabilidad.
· A obtener medicamentos y productos sanitarios necesarios para promover, conservar o restablecer la salud, en los términos que se establezcan por la Administración del Estado.
Derecho a la libre elección

· Derecho a la libre elección de las opciones que le presente el responsable de su caso, siendo preciso el consentimiento escrito del usuario para cualquier intervención, excepto cuando:
No suponga riesgo
La “no intervención” suponga un riesgo para la salud pública.
El paciente no esté capacitado para tomar decisiones, en cuyo caso corresponderá a sus familiares o a personas allegadas a él.
La urgencia no permita demora al poder causar lesiones irreversibles o existir peligro de fallecimiento.

· Derecho a negarse al tratamiento, excepto en los casos antes señalados, debiendo para ello solicitar el alta voluntaria en los términos que señala la ley.
· Derecho a elegir médico y otros sanitarios titulados, de acuerdo con las condiciones contempladas en la ley y en las normas los Centros de Salud.

Derecho a la información
· Todo paciente tiene derecho a la información de los servicios sanitarios a que puede acceder, y a la referida a los requisitos necesarios para su uso.

· Derecho a ser advertido si los procedimientos de diagnóstico y terapéuticos que se apliquen pueden ser utilizados para proyectos docente o de investigación, que no podrán comportar peligro adicional para su salud. En todo caso, será imprescindible la autorización por escrito del paciente y la aceptación por parte del médico y de la dirección del centro sanitario.

· Derecho a que se proporcione en términos comprensibles al paciente, a sus familiares o allegados, una información completa y continuada, verbal y escrita sobre su proceso. Esta información incluirá el pronóstico, diagnóstico y las alternativas de tratamiento.

· Derecho a que se le extienda un certificado acreditativo de su estado de salud cuando así se establezca por disposición legal o reglamentaria.

· Derecho a que quede constancia escrita de todo su proceso al finalizar su estancia en una institución hospitalaria. El paciente, el familiar o la persona allegada podrán recibir el informe del alta.
Derecho a la participación
· Derecho a participar a través de las instituciones comunitarias en los términos establecidos en esta Ley y en las disposiciones que se desarrollen.

· Derecho a utilizar las vías de reclamación y de sugerencias en los plazos establecidos.
Otros derechos
· Derecho al respecto a su personalidad, dignidad humana e intimidad sin que pueda ser discriminado por razones de raza, de tipo social, moral, económico, ideológico, político o sindical.
· Derecho a la confidencialidad de toda información relacionada con su caso y con su estancia en instituciones públicas y privadas que colaboren con el sistema público.

Pero también hay obligaciones…
El usuario debe colaborar con las normas establecidas en las instituciones sanitarias.
· Debe tratar respeto al personal, a los otros enfermos y a los acompañantes.
· Debe solicitar información sobre las normas de funcionamiento de la Institución y los canales de comunicación (quejas, sugerencias, reclamaciones y preguntas). Debe conocer el nombre del médico.
· Debe cuidar las instalaciones y colaborar en la habitabilidad de las instalaciones sanitarias.
· Debe firmar el Alta Voluntaria cuando no acepta los métodos de tratamiento.
· Debe responsabilizarse del uso de las prestaciones ofrecidas, fundamentalmente en uso de servicios, procedimientos de baja laboral o incapacidad permanente y prestaciones farmacéuticas y sociales.
· Debe utilizar las vías de reclamación y sugerencias.

Dónde reclamar
En caso de demora o trato inadecuado
Sanidad pública. Dirigiéndose al Servicio de Atención al Paciente, a una asociación de usuarios, al Insalud o al organismo correspondiente de su comunidad autónoma o al Ministerio de Sanidad. Sanidad privada. Dirigiéndose al responsable del centro, a una asociación de usuarios, a la Consejería de Sanidad o a la sociedad médica con la que contrató el servicio.

En caso de negligencia médica
Si la negligencia o error médico le ocasione perjuicios graves, tanto en la sanidad pública como en la privada, la Asociación para la Defensa del Paciente (ADEPA) recomienda recurrir a la vía judicial, siempre que no sea posible una solución de mutuo acuerdo beneficiosa para el perjudicado.

Un abogado especializado o una asociación de usuarios explicará qué hacer. La responsabilidad de los daños puede exigirse por vía civil o penal, sin descartar la vía de lo social por la rapidez y gratuidad del proceso.

También se puede presentar una reclamación al Colegio de Médicos. El plazo prescribe al año y nunca interrumpe la acción de los tribunales.

Problemas por listas de espera
Las listas de espera son una de las principales quejas de los ciudadanos. Veamos las recomendaciones de ADEPA para los afectados por ellas.
Cuando se necesite una prueba importante, como mamografía, escáner o resonancia, o una intervención quirúrgica o se tenga que acudir a un especialista, y la espera rebase los dos meses (para la mamografía), tres meses (para el escáner), un mes (para la resonancia), etc., el paciente pedirá la hoja de reclamaciones en donde dejará constancia escrita de su situación y de las secuelas que puedan aparecer por el retraso.

El daño será antijurídico cuando esté causado por una lista mal gestionada o de duración exagerada, cuando hubiere un error en la clasificación de la prioridad del enfermo o cuando en la espera se produzcan empeoramientos o deterioros de la salud que causen secuelas irreversibles o que reduzcan la eficacia de la intervención.

En estos casos, cabe iniciar una Reclamación sobre Responsabilidad Patrimonial de la Administración Sanitaria por vía contencioso-Administrativa, solicitando indemnización por los daños y perjuicios ocasionados por la lista de espera.
El problema puede surgir a la hora de recibir esa indemnización, ya que, al haber sido transferidas las competencias en materia de sanidad a cada comunidad autónoma, no queda suficientemente claro de quién es la competencia en caso de negligencias ocurridas antes de este proceso.