La economista Raquel Riol.
"Le he entregado un año de mi vida al cáncer, y es suficiente". La actitud con que se afronta la noticia de que se sufre un tumor maligno determina el bienestar y reduce la sensación de dolor.
Àngels Gallardo,Domingo, 7 de agosto del 2016
La forma cómo cada persona integra la
realidad de que sufre un cáncer es similar a cómo asume el resto de
imprevistos dolorosos que ofrece la vida, aseguran los oncólogos. “Unas
personas, se deprimen y no salen de casa. Otras, se dicen: ‘vamos a
solucionar esto, voy a hacer lo que me dicen los médicos y del resto me
olvido'”, explica Cristina Saura, oncóloga del Hospital del Vall
d’Hebron.Esta última es la actitud que escogió Raquel Riol, de 54 años, vecina de Mataró, madre de 4 hijos y economista en una compañía farmacéutica, el día que le confirmaron que sufría un cáncer. El tumor se lo detectó ella misma, en la 1ª semana de diciembre del 2010: un bulto de 5 cm de diámetro en el pecho derecho, evidente, surgido de forma fulminante. “Como de la noche a la mañana -recuerda Raquel-. Hacía muy poco que me había hecho la mamografía de control que programan desde Salut”.
2 INTERVENCIONES, Y LA QUIMIO
6 meses después, entró en quirófano. 2 veces consecutivas en 10 días, porque en la 1ª intervención no vieron que el ganglio centinela estaba afectado, explica. “Me extirparon todos los ganglios de la axila”, añade. Posteriormente, recibió radioterapia y en el intermedio fue operada de una hernia dorsal. Eso fue lo que más dolor le causó, recuerda. En abril del 2012, volvió a trabajar.
La etapa más difícil, rememora, fue la que precedió al momento en que los médicos trazaron el plan de ruta de su tratamiento: cuando le anunciaron su programa terapéutico, se puse en acción. “Ya podía intervenir”. ¿Miedo a perder la vida? “Si, claro. Lo tuve. Tengo 4 hijos. No estoy preparada para morir aún”.
La actitud de Raquel Riol ha facilitado su evolución y su actual bienestar, sostienen sus médicos. “No está demostrado que el optimismo, la confianza o la buena actitud mejoren el pronóstico de un cáncer, pero sí que está comprobado que reducen las sensaciones dolorosas”, asegura la psicóloga Irene Mensa, del Vall d’Hebron. “El dolor físico se potencia cuando hay angustia -añade-, al igual que la sensación de ahogo en quienes sufren cáncer de pulmón, la debilidad, el cansancio… todo se experimenta amplificado cuando hay angustia”.
Según ha observado Mensa, todas las personas tienen recursos para sobrellevar las peores adversidades, pero no siempre los conocen. “Nuestra función es ayudar a que los identifiquen”, concluye Irene.
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